Agradezco enormemente el comentario de Francisco en el primer post de este blog, pues me da el título de este tercer post y la posibilidad de ahondar en las cuestiones que planteaba al comenzar esta andadura en Religión en Libertad.
Aunque para algunos la piedra de tropiezo de la Iglesia esté en esa dicotomía, división, o llámese lo que se quiera, entre progres y conservadores, para mi empieza a ser una cuestión más que secundaria pretérita.
Para mí el problema, en un mundo en el que se desmoronan los cimientos cristianos, se va a parecer más a aquello que decía Jesús de que “quien no está conmigo está contra mí” Ya no podemos permitirnos el lujo de dedicarnos a guerras interinas sobre el sexo de los ángeles.
Es hora de ver con quienes contamos como hermanos frente a una sociedad que apostata de la paternidad de Dios. Vivimos en una Iglesia que ve cómo se cierran sus colegios religiosos con alarmante frecuencia, recuerda mi vecino de blog Alex Najavas, y que pronto se sentirá amenazada por el ímpetu evangelizador de los protestantes evangélicos que están en nuestra tierra con una voluntad de suplir lo que aparentemente no está dando la Iglesia católica.
Lo que tras el Concilio se percibía como protestantización de la Iglesia (cantos, palmas, una manera de alabar a Dios) no es el problema, por escandaloso que les resultara a algunos. Una manera de celebrar y de orar diferente siempre tendrá sus partidarios y sus detractores, pero si miramos y guardamos la esencia de las cosas ése no es el problema siempre que tengamos un poco de cintura y amplitud de miras.
En el discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura de 8 de marzo de 2008, Benedicto XVI nos decía:
“Esta secularización no es sólo una amenaza exterior para los creyentes, sino que ya desde hace tiempo se manifiesta en el seno de la Iglesia misma [..], la mentalidad hedonista y consumista predominante favorece, tanto en los fieles como en los pastores, una tendencia hacia la superficialidad y un egocentrismo que daña la vida eclesial.”
El problema es la secularización de la propia Iglesia, de sus fieles y de sus pastores. Sorprendentemente nos dice el Papa que el problema está dentro. El problema no es sólo el mundo y lo mal que está.
Esa es una explicación simplista para evitar mirar dentro de nuestra casa y descubrir que nuestra vivencia religiosa (progre o carca) no interpela al mundo de hoy. Y lo nuestro tiene delito, porque sabernos que tenemos la respuesta (“yo soy el camino, la verdad y la vida”) y la tragedia es que nuestra respuesta no llama, no llega, no es acicate, no es sal…por lo menos no lo es en la medida que haría falta para que cambiaran las cosas.
A mi que no me vengan con historias de que si uno es progre y el otro es tradicionalista, que si los movimientos son la derecha de la iglesia y los comprometidos y ciertas órdenes son la izquierda. Señores, miren el resultado de gastar las fuerzas en lo que no es.
Midan el resultado en aquello que viene a traer Jesucristo “perdón, salvación, su reino en la tierra, vida eterna, las riquezas del cielo” y verán que entonces no es tan fácil poner etiquetas de buenos y malos porque al final las estadísticas es que ni unos ni otros estamos siendo todo lo fermento que debiéramos ser… Y esa es la misión perenne de la Iglesia, a la que nos urgen los pastores cada vez con más insistencia.
Al final he pasado por lo de la protestantización casi de puntillas…lo dejo para otro post, que haber, hay más días que longanizas para seguir con el tema.