Hoy es uno de los días más felices de mi vida. ¿Por qué? Muy simple. Porque un día como hoy, 25 de febrero, hace veinte años, mi madre guisaba una pierna de cerdo y mi suegra iba a comprar el jamón para el aperitivo; nuestra amiga Cuca se encargaba de preparar el primer plato y el pastel; las flores llegaban a la iglesia de nuestro querido colegio Santa Isabel… Hoy, hace veinte años que, ante Dios, Loles y yo nos dimos ese primer sí, un sí con sabor a eternidad.
“El deporte es importante porque enseña a jugar en equipo. El deporte salva del egoísmo, ayuda a no ser egoísta. Por eso es importante trabajar en equipo, estudiar en equipo y andar el camino de la vida en equipo”. ¡Vaya palabras! Sin lugar a dudas las suscribiría cualquier gran entrenador. Pero no las pronunció ni Pep Guardiola ni Bill Belichick ni Vince Lombardi, sino que las dijo el Papa Francisco cuando recibió al Fútbol Club Barcelona para cerrar el acuerdo entre la Fundación del Barça y la Asociación Scholas Occurrentes.
Así, Loles y yo, desde el primer día nos propusimos jugar en equipo, evitando cualquier competencia, buscando siempre que brille el equipo y no la persona. En algunas ocasiones, uno marca y otro da el pase; en otras, el goleador es la pareja. Pero jamás hemos llevado cuentas, jamás hemos ido 3 lavadoras a 2 o 4 biberones a 1.
Hay que explicar que el equipo ha ido creciendo, con cuatro fenomenales adquisiciones, fruto de nuestro amor, que forman una línea ofensiva impresionante que envidiaría cualquier club que contara con los mismísimos Ronaldo, Messi, Robben y Agüero. Nuestros fichajes se llaman Santi, María, Nuria y Blanca. Nos mantienen en movimiento y evitan la relajación. Son la razón de nuestro equipo. ¡Hijos, sois espectaculares!
Después de veinte años hemos salido victoriosos en muchísimos partidos –por supuesto que hemos perdido algunos en el camino-, y nos hemos convertido en un equipo ganador, en un bloque que va a más cada día. El peso del tiempo no ha hecho mella en nuestra motivación. Al contrario, cada día crecen el entusiasmo y las ganas de conseguir nuevos triunfos. ¿Qué estrategia hemos seguido? La resumiríamos en cinco apartados. Seguro que no es perfecta, por supuesto que hay mejores, pero es la nuestra y la podemos explicar desde nuestra vivencia. Esperamos que pueda serviros.
1) Nuestro amor es un acto de voluntad que se expresa cada día
Por supuesto que el “sí” de hace veinte años fue el punto de partida, pero es más importante el “sí” de cada día. Si cada mañana me despierto y me concentro, única y exclusivamente durante 24 horas, en hacer feliz a mi pareja, tengo un gran camino recorrido. ¿Mañana? Ya me preocuparé mañana. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, también en nuestra capacidad de amar, una capacidad infinita. Y esto es un chollo, pero también es un reto: porque el amor o crece o se acaba. Así de sencillo.
2) Luchar por no acostumbrarnos
El ser humano tiene la enorme capacidad de acostumbrarse a cualquier cosa y lo mejor puede estar pasando delante de mí -¡mi esposa, mis hijos!- y yo no me doy ni cuenta. El sacerdote consagra la Eucaristía en Misa y yo estoy pensando en el partido del miércoles, los negocios del jueves o dónde voy a ir de fin de semana el viernes. Luchemos, en equipo, contra esto. Mantengamos viva nuestra capacidad de sorpresa y la monotonía será impensable en el matrimonio.
3) Somos un pack
Sí, es una desgracia, pero venimos en pack. Los seres humanos somos lo que vemos, lo que pensamos y lo que ni vemos ni pensamos. Es decir, cada persona presenta tres dimensiones muy claras: la física, la intelectual y la espiritual. Ya me gustaría tener el físico de George Clooney, el cerebro de Bill Gates y la espiritualidad de Francesc Torralba. Pero es que ni Gates tiene el físico de Clooney ni Clooney la espiritualidad de Torralba. Venimos en pack, también mi pareja, pero también yo. Si no lo acepto, el que tiene un problema grave soy yo, porque en el matrimonio estamos llamados a crecer, a ir a más armónicamente, en las tres dimensiones
4) Utilizar el método PAT
P de Perdón. ¿Cuántas cosas hacemos en un día? ¿Doscientas? Si acertamos en tres de cada cuatro obtenemos un resultado muy bueno, pues pidamos perdón por las 50 en que fallamos. Es un ejercicio que requiere entrenamiento y humildad, pero es muy saludable.
A de Agradecimiento. Podríamos llenar páginas y páginas sobre las bondades de agradecer. Simplemente quedémonos con que quien agradece reconoce en cada momento que todo lo que se le da, especialmente lo que nos da nuestra pareja, es un gran regalo.
T de Te Quiero. ¿Cuántos matrimonios con solo diez o cinco años de casados son ya incapaces de decirse “te quiero”? Estas dos palabras tan sencillas, dichas con el corazón, son imparables, son capaces de derribar montañas.
5) Dejar también jugar a Dios
La estrella del equipo no somos nosotros ni nuestros hijos, es Dios. Quien se ha casado por la Iglesia tiene mucho ganado, pues cuenta con el Jugador Más Valioso de la liga. Dejémosle jugar, pasémosle el balón. Pocas cosas hemos aprendido en nuestra vida, pero una sí, y muy clara: si Dios está presente en una relación, laboral, de amistad... todo es diferente, adquiere otra dimensión. Si Dios está constantemente presente en mi matrimonio, ¿qué no podremos hacer mi pareja y yo?
Los veinte años se han ido volando. Pero hoy puedo afirmar claramente que estoy más enamorado de Loles que el día que nos casamos, que la encuentro más guapa y atractiva, que la admiro profundamente. Vamos, que se me cae la baba con ella. Los veinte próximos años se prevén muy emocionantes. Lo siento por todos aquellos cenizos, aburridos y mediocres que suelen dar el pésame a quien se casa. ¡No saben lo que se pierden!