Ahora que ya casi todos los españoles reconocemos que estamos inmersos una gran crisis económica, en estos momentos en los que todo economista que se precie, sea inteligente o no, nos da lecciones sobre las causas y los frutos de ella, venimos los que en principio no somos ni mucho menos competentes en la materia, a impartir clases sobre cómo salir airosos de la situación. Y es que el mundo, este planeta autosuficiente hasta de sí mismo, se da permiso para opinar y dar lecciones sobre algo que ha provocado con su atocinamiento extremo. ¿O es que la situación actual no la hemos provocado entre todos? Hemos estado muchos años viviendo del cuento, trabajando a medias para ganar más. ¿Más qué? Por supuesto, más dinero, que es lo que controla casi todo lo que hacemos y deseamos. Siempre que he oído críticas contra la codicia de los bancos, he defendido su labor con la sociedad. Y no es que ahora piense que no hacen buena labor; únicamente, se pasan haciéndola, y se creen en el derecho de quitarnos el dinero. No solo les debo la hipoteca de mi casa y la del coche, sino que ahora también tengo que dejarles dinero porque se han hundido.¿Por qué? Por la pura codicia. No podían conformarse con lo que tenían; querían más, y más. Que conste que no me quejo demasiado de pagar sus deudas. Al fin y al cabo pagamos también los abortos, y más injusticias que no son tema de este post. Al lado de esto, claramente me quedo con los bancos, que por lo menos me dejan dinero cuando lo necesito. ¿Y ahora qué? Me gusta pensar que, cuando la sociedad va contra nosotros, los católicos, el Señor saca lo mejor de nuestras vidas y nos hace más intrépidos a la hora de proclamar que Cristo es lo máximo a lo que podemos aspirar. Las contrariedades que estamos sufriendo en este momento son lo mejor para que saquemos al mundo de la crisis. Sí; nosotros, los católicos, tenemos la clave para devolver al mundo a la vida. Cristo nos contó cómo vivir, cómo sentir la vida. Nos dijo que le siguiéramos, y así conseguiríamos la mejor vida posible. ¡Qué más nos dan las dificultades! Si el Señor nos puso aquí, en España (o el país que sea), si nos concedió unos dones, no fue para que nos quedásemos ahí. Lo que quiere es que estemos al servicio de la sociedad, que seamos luz y sal de la tierra. El mundo necesita emprendedores, innovación, trabajo, sacrificio. ¡Necesita a Cristo! Nosotros tenemos que ser como los amigos del paralítico del Evangelio de hoy, que, como no podían llevarle hasta Jesús, rompieron unas tejas para poder meterle por el techo. Yo quiero querer a mis amigos de esa forma, y llevarles hasta Cristo de cualquier forma, para que Él les convierta. Señores, el Señor quiere que salgamos de esta crisis en la que hemos caído nosotros solitos. Esta semana hemos recibido algunos palos gordos, la muerte de Pablo Domínguez y la ampliación de la Ley del Aborto, por citar solo algunos, que pueden hacernos pensar que Dios nos abandona por momentos, pero no es así ni mucho menos. Estoy seguro que Pablo está en la Gloria de Dios, pidiendo por nosotros, para que formemos mejores sacerdotes, para que seamos mejores católicos, más seguidores de Cristo. Y si Pablo está llevando a cabo esta labor, nosotros tenemos que acompañarla con nuestro testimonio. Eduardo Palanca