El Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid maneja los tiempos administrativos para evitar que un colegio vinculado a la vida eterna recale en el plan general de ordenación urbana. Lo que obliga a más de un centenar de niños a desplazarse cada día a Alcalá de Henares para cursar estudios en un centro católico. Periplo que, en cierto modo, tiene puntos de semejanza con el de los críos andinos que tras pastorear a las llamas recorren dos leguas campo a través para aprender catecismo, si bien aquí es la intransigencia laicista la que oficia de terreno escarpado.
El laicismo ignora que Suker no aprendió a jugar en un centro de alto rendimiento, sino en la calle, que es donde mejor se aprende a gambetear. Es decir, ignora que haya o no colegio, hay Dios, así que  por mucho que el equipo de gobierno de IU demore la aprobación del proyecto no conseguirá evitar la influencia del Credo en los futuros hombres de provecho. Objetivo que tampoco lograrán las autoras de las pintadas de la fachada de la parroquia de Santa Mónica, desde donde parte el autocar, quienes relacionan la obstetricia con el tercer misterio al pedir a los católicos que saquen los rosarios de sus ovarios. Esto demuestra su ignorancia. Ya tarda el colegio oficial de ginecólogos en aclarar al feminismo ultra que salir de cuentas es otra cosa.