El Papa se está luciendo en Israel. No sé cómo lo hace (mejor dicho, sí lo sé) pero consigue que le siga el mundo entero. Ya cada momento que pasa tienen que estar más atentos. Normalmente les es suficiente con coger palabras sueltas, frases cortas, o cambiar algún artículo o adjetivo, para conseguir su objetivo de insultar a la Iglesia. Pero en este viaje, en el que se las habían prometido muy felices, no lo están consiguiendo, o por lo menos se quedan a medias. Y es que Benedicto XVI proclama las verdades como son, y eso hace que la mayor parte de los corresponsables, con nula formación religiosa, se queden bloqueados y no sean capaces de criticar tan a destajo como usualmente lo hacen. Hoy mismo he leído un par de periódicos ¡no le critican! No he seguido mirando, y seguro que hay muchos que sí lo hacen, pero he alucinado con estos dos, que normalmente le ponen a parir. Llegó Benedicto XVI, bajó del avión, y no ha parado de enseñar al mundo que Cristo es lo que necesitamos. Allí están todos peleados, y va un anciano vestido de blanco a proponer paz donde hay odio, a dar soluciones a cada conflicto. Los musulmanes cabreados, los judíos casi más,….. ¡qué paripé hacen todos! Al final, aunque le pongan a parir en todos lados (ya se sabe que no es políticamente correcto defender algo a lo que todos atacan) en su interior saben que el Papa tiene razón. Ninguno de ellos, sea de la religión que sea, ha visto nunca defender sus intereses como lo está haciendo Benedicto. Y todo esto sin dejar de proclamar la Verdad. Aunque venga un musulmán a boicotear una conferencia de paz, o un judío a silenciar su visita, aunque todos los medios de uno y otro signo intenten desviar la atención, el Papa está consiguiendo que el Señor sea conocido por más personas. No quiero decir con esto que no me guste que nos critiquen. Considero que “va en el cargo” de cristiano, y si no lo hacen, malo, malo. La visita de Benedicto XVI a Israel continúa, y a buen seguro que nos dejará unas perlas preciosas para meditar tranquilamente durante este tiempo de Pascua. Eduardo Palanca