“Padre, ¿hasta dónde puedo llegar con mi novia?”. Me disgusta cuando me hacen esta pregunta, me hace pensar: “este no ha entendido nada, aún vive en el moralismo, paciencia”. Con la Declaración sobre la bendición de parejas homosexuales me pasa igual. Siento que el asunto se trata de una manera muy moralista, sin ir a la raíz de las cosas: : "¿Hasta donde puedo bendecir a una pareja que vive algo que no es querido por Dios?”. “¿Cómo se puede dar más que una bendición y menos que un sacramento?”. Solo que esto además me duele y se me hace perverso porque la moralina no la plantea un novio despistado sino la Congregación para la Doctrina de la Fe. Lo que se impone es dar una vuelta de tuerca.
Está claro que las bendiciones se le dan al pecador no al pecado, pero lo que plantea el documento no es eso. Para ello no haría falta una Declaración ya hubo hace dos años una nota que lo señalaba. Una Declaración es un documento que tiene un rango más alto de importancia, con ello se está señalando que esto viene a superar lo recordado hace dos años. Aquí se busca la justificación de la irregularidad.
Se prefiere eso a presentar un acompañamiento que les diga la verdad, con caridad, por supuesto, pero la verdad. Me pregunto, ¿hay miedo de que nos rechacen a nosotros por hablar a las personas de las enseñanzas de Dios? Eso sería apego a nuestro amor propio.
Se busca un caso concreto en el que se justifique dar la bendición: “reconociéndose desamparados y necesitados de su ayuda, no pretenden la legitimidad de su propio status, sino que ruegan que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones, sea investido, santificado”. Esta es la moralina puesta en clave de “¿hasta dónde puedo llegar?”. Planteando un caso extreno que nunca se da, de ahí nacerán luego las extrapolaciones. Nunca me he encontrado nadie así. Desamparados si. Pero personas que quieren no legitimar su unión pero si que se reconozca lo bueno de esta, nunca.
En mí años de sacerdote he acompañado a chicos que presentaban atracción a personas del mismo sexo. He tratado de ayudarles a vivir la virtud de la castidad, he visto como la oración, la Eucaristía, la confesión, el trato de amistad y hermandad con otros les han fortalecido y sostenido continuamente. Están bien, en paz con ellos, con su historia y con Dios. Estos chicos no son tontos, saben de sobra lo que está bien y lo que está mal, ven lo que en su vida les ayuda y lo que les daña, por eso piden auxilio y acuden a un sacerdote. ¿Qué les decimos nosotros ahora? ¿Qué se han equivocado? ¿Que les hemos engañado? ¿Qué para contentar a un mundo que jamás estará contento les estamos traicionando?
Me parece que esto de las bendiciones es darles un palo a ellos. No es caridad. Otro palo a quien nos esforzamos en ayudar a vivir a cada persona en las enseñanzas de Dios. Muchos de nosotros somos sacerdotes. Esto no es el Evangelio de Jesús sino el que inventamos nosotros. No es misericordia, es buenismo nuestro. Esto puede ganar el aplauso de algunos pero no salva a nadie, eso solo lo hace Dios.
Hasta aquí. No se mas qué decir por el momento. Me encuentro contrariado pero con esperanza porque la historia la lleva el Señor y no hay nada que ÉL permita que suceda de lo que no saque bien en el cumplimiento final. Hasta entonces oración y fidelidad, amor a Dios y a la Madre Iglesia, también con sus arrugas.