Con la precisión de las crónicas antiguas el periódico ABC, con fecha del 21 de enero de 1933, da noticia de la inauguración del nuevo emplazamiento del Hospital Provincial de Toledo. Sucedió el día anterior cuando “a las cuatro menos cuarto llegaron el presidente de la República (Niceto Alcalá-Zamora) y el jefe del Gobierno (Manuel Azaña), para presidir el acto de la inauguración oficial del Hospital Provincial construido en San Servando…”, entre las autoridades se encuentra también el jefe del Cuarto Militar, general Gonzalo Queipo de Llano. Junto a ellos Monseñor Feliciano Rocha, Obispo Vicario del Arzobispado, que tiene tal nombramiento porque Toledo sigue sin Arzobispo, puesto que la República había expulsado al Cardenal Segura y hasta el 12 de abril de este año no vendrá Monseñor Isidro Gomá. En la foto aparecen algunos de los protagonistas de la próxima Guerra Civil española.
Y aunque no podemos verlos en la fotografía, junto al Obispo Rocha se encuentra uno de los dos sacerdotes martirizados en el verano sangriento de 1936: el siervo de Dios Francisco Fernández Martín. Se trata del Capellán del Hospital recién estrenado, que ya lo era en el emplazamiento anterior; puesto que el llamado Hospital Provincial de Toledo, se llama en realidad Hospital de la Misericordia, llevaba casi cinco siglos funcionando y se localizaba en las casas cuyos solares ocupan hoy parte de la Iglesia (el lado del Evangelio y quizá la sacristía) de San Ildefonso, encomendada pastoralmente hasta hace poco a la Compañía de Jesús. Muchos no saben que, según la tradición, se dice que San Ildefonso de Toledo nació en donde hoy está la tercera Capilla de la nave de la Epístola.
Cuando estalle la Guerra y la cruel persecución, no pasarán ni diez días, exactamente la tarde del 27 de julio, cuando don Francisco caiga asesinado junto a su sobrino, el siervo de Dios Lorenzo Fernández Laguna.
Siervo de Dios Francisco Fernández Martín
El siervo de Dios Francisco Fernández Martín había nacido en Sonseca (Toledo) el 2 de abril de 1886. Sus padres, Vicente Fernández Carrasco y Juana Martín Sánchez, le bautizaron tres días después.
Tras realizar sus estudios sacerdotales, recibe la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1910, fue nombrado coadjutor-regente de la parroquia de Polán (Toledo), en 1911; ecónomo de Hormigos (Toledo), en 1913; ecónomo de Las Herencias (Toledo), en 1916; párroco de Montearagón (Toledo), en 1918 y, finalmente, párroco de Almonacid de Toledo en 1925. En 1930 fue destinado a la capital, como capellán del Hospital de la Misericordia (Hospital Provincial) de Toledo.
Siervo de Dios Lorenzo Fernández Laguna
El siervo de Dios Lorenzo Fernández Laguna nació también en Sonseca, el 7 de julio de 1901 y fue bautizado el día once. Sus padres se llamaban Nicolás Fernández y Eugenia Laguna. Lorenzo era sobrino de don Francisco.
Tras su paso por el Seminario, fue ordenado el 15 de junio de 1924 y nombrado ese mismo año coadjutor de Escalonilla (Toledo); al año siguiente, lo encontramos ejerciendo en la Catedral de Badajoz como Sacristán Mayor. El Castellano, del 24 de agosto de 1925, da la noticia de la provisión de curatos; y menciona a don Lorenzo en los “curatos de entrada” siendo destinado a la parroquia de Nuestra Señora de los Alcázares de Maqueda. No cumplirá los diez años en ese destino.
Don Lorenzo llegó a ser muy querido y venerado por todos pero, a partir del triunfo electoral frentepopulista de febrero de 1936, pasó a ser objeto del más enconado odio. De hecho, conservamos las notas manuscritas de don Juan Francisco Rivera Recio que transcribe a su vez de una carta que Lorenzo Laguna dirige al Arzobispado el 11 de mayo de 1936.
Dice así: “Hoy he recibido un anónimo en el que me comunican que en un plazo de cuarenta y ocho horas tengo que desocupar la casa y marcharme de Maqueda, bajo pena de muerte. He podido comprobar con certeza el individuo que era, desde luego perteneciente a la casa del pueblo, una mala cabeza y una mala persona… Aquí sigo a sus órdenes, meditando la Pasión del Señor que tanto me fortalece. Dios sea bendito”.
Sobre los desmanes que estaban sucediendo en numerosas parroquias en esas mismas fechas, anota el 28 de mayo el Secretario de Cámara del Arzobispado: “…para las parroquias de Gerindote, Carmena, Portillo, Menasalbas, Malpica, etc… hacen falta héroes que quieran arrostrar las molestias que en esas parroquias han de causar al cura”.
Marina Fernández, prima de Lorenzo, declara que llegaron a rociarle su casa con gasolina, para prenderla fuego y que muriera dentro de ella. Advertido, el 14 de mayo salió para Toledo. La sobrina también recordaba cómo en una ocasión su primo, don Lorenzo, limpió, adecentó e hizo trasladar a un centro hospitalario especializado a un leproso que había sido abandonado en el castillo de Maqueda.
También es importante anotar que, en la correspondencia sostenida por don Lorenzo con el maestro nacional de su parroquia, ya antes del Alzamiento, le decía que había llegado el tiempo de ser fuertes en el Señor y ofrendarle la vida como corresponde a los cristianos.
La noche del 14 de mayo, don Lorenzo llegaba a Toledo buscando un refugio junto a su tío, don Francisco Fernández, en el Hospital Provincial donde éste ejercía de Capellán. Pero, según pasan los días, una preocupación le tenía constantemente intranquilo: en el Sagrario de la parroquia se habían quedado las Sagradas Formas consagradas. Así que, a mediados de junio, durante las primeras horas de la tarde, se presentó en Maqueda, se dirigió a la iglesia parroquial y allí consumió las Formas consagradas, regresando nuevamente a Toledo.
Por su parte, Marina Fernández, sobrina de don Francisco, recuerda cómo le rogaba que se trasladarán a Cáceres, junto a otros familiares, pero que este le puso como excusa, para no abandonar Toledo, que estaba predicando una novena en la parroquia de San Nicolás de Toledo, en la que además oficiaba. De hecho don Francisco era con frecuencia reclamado para predicar: por ejemplo, el 27 de agosto de 1930 se da noticia de que predica en el triduo de la Cofradía de la Inmaculada y Santa Bárbara en Toledo; o el 24 de mayo de 1933 se anuncia que continúa el novenario de Nuestra Señora de la Estrella, que predica el capellán de la Beneficencia provincial…
Finalmente, el director del Hospital Provincial avisa al capellán de que las milicias van a detenerles a él y a su sobrino. Al conocer la noticia de su próxima detención, ambos deciden huir de Toledo. Vestidos de paisano, descienden hasta la vecina estación de ferrocarril; pero allí encuentran tal cantidad de milicianos que regresan al Hospital. Urgidos inmediatamente a abandonarlo, salen campo a través y suben por el Arroyo de la Rosa, en las afueras de la ciudad, con la esperanza de llegar a pie a su pueblo natal, Sonseca (Toledo).
Apenas salen, llega un tropel de milicianos al Hospital Provincial, y uno que, desde una ventana, ha visto salir a los dos curas les informa de la ruta que llevan. En el mismo Arroyo de la Rosa los alcanzan. Comienza el tiroteo, apuntando a las piernas para que no puedan seguir caminando. Don Francisco y Don Lorenzo, que yacen en el suelo entre dolores, aún tienen tiempo de absolverse uno al otro. Cuando ya los milicianos están encima, un segundo tiroteo termina con la vida de los dos sacerdotes.
Los llevaron a enterrar a Burgillos (Toledo), y años después, su familia los trasladó al cementerio de Sonseca (Toledo), donde reposan.
Y aunque no podemos verlos en la fotografía, junto al Obispo Rocha se encuentra uno de los dos sacerdotes martirizados en el verano sangriento de 1936: el siervo de Dios Francisco Fernández Martín. Se trata del Capellán del Hospital recién estrenado, que ya lo era en el emplazamiento anterior; puesto que el llamado Hospital Provincial de Toledo, se llama en realidad Hospital de la Misericordia, llevaba casi cinco siglos funcionando y se localizaba en las casas cuyos solares ocupan hoy parte de la Iglesia (el lado del Evangelio y quizá la sacristía) de San Ildefonso, encomendada pastoralmente hasta hace poco a la Compañía de Jesús. Muchos no saben que, según la tradición, se dice que San Ildefonso de Toledo nació en donde hoy está la tercera Capilla de la nave de la Epístola.
Cuando estalle la Guerra y la cruel persecución, no pasarán ni diez días, exactamente la tarde del 27 de julio, cuando don Francisco caiga asesinado junto a su sobrino, el siervo de Dios Lorenzo Fernández Laguna.
Siervo de Dios Francisco Fernández Martín
El siervo de Dios Francisco Fernández Martín había nacido en Sonseca (Toledo) el 2 de abril de 1886. Sus padres, Vicente Fernández Carrasco y Juana Martín Sánchez, le bautizaron tres días después.
Tras realizar sus estudios sacerdotales, recibe la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1910, fue nombrado coadjutor-regente de la parroquia de Polán (Toledo), en 1911; ecónomo de Hormigos (Toledo), en 1913; ecónomo de Las Herencias (Toledo), en 1916; párroco de Montearagón (Toledo), en 1918 y, finalmente, párroco de Almonacid de Toledo en 1925. En 1930 fue destinado a la capital, como capellán del Hospital de la Misericordia (Hospital Provincial) de Toledo.
Siervo de Dios Lorenzo Fernández Laguna
El siervo de Dios Lorenzo Fernández Laguna nació también en Sonseca, el 7 de julio de 1901 y fue bautizado el día once. Sus padres se llamaban Nicolás Fernández y Eugenia Laguna. Lorenzo era sobrino de don Francisco.
Tras su paso por el Seminario, fue ordenado el 15 de junio de 1924 y nombrado ese mismo año coadjutor de Escalonilla (Toledo); al año siguiente, lo encontramos ejerciendo en la Catedral de Badajoz como Sacristán Mayor. El Castellano, del 24 de agosto de 1925, da la noticia de la provisión de curatos; y menciona a don Lorenzo en los “curatos de entrada” siendo destinado a la parroquia de Nuestra Señora de los Alcázares de Maqueda. No cumplirá los diez años en ese destino.
Don Lorenzo llegó a ser muy querido y venerado por todos pero, a partir del triunfo electoral frentepopulista de febrero de 1936, pasó a ser objeto del más enconado odio. De hecho, conservamos las notas manuscritas de don Juan Francisco Rivera Recio que transcribe a su vez de una carta que Lorenzo Laguna dirige al Arzobispado el 11 de mayo de 1936.
Dice así: “Hoy he recibido un anónimo en el que me comunican que en un plazo de cuarenta y ocho horas tengo que desocupar la casa y marcharme de Maqueda, bajo pena de muerte. He podido comprobar con certeza el individuo que era, desde luego perteneciente a la casa del pueblo, una mala cabeza y una mala persona… Aquí sigo a sus órdenes, meditando la Pasión del Señor que tanto me fortalece. Dios sea bendito”.
Sobre los desmanes que estaban sucediendo en numerosas parroquias en esas mismas fechas, anota el 28 de mayo el Secretario de Cámara del Arzobispado: “…para las parroquias de Gerindote, Carmena, Portillo, Menasalbas, Malpica, etc… hacen falta héroes que quieran arrostrar las molestias que en esas parroquias han de causar al cura”.
Marina Fernández, prima de Lorenzo, declara que llegaron a rociarle su casa con gasolina, para prenderla fuego y que muriera dentro de ella. Advertido, el 14 de mayo salió para Toledo. La sobrina también recordaba cómo en una ocasión su primo, don Lorenzo, limpió, adecentó e hizo trasladar a un centro hospitalario especializado a un leproso que había sido abandonado en el castillo de Maqueda.
También es importante anotar que, en la correspondencia sostenida por don Lorenzo con el maestro nacional de su parroquia, ya antes del Alzamiento, le decía que había llegado el tiempo de ser fuertes en el Señor y ofrendarle la vida como corresponde a los cristianos.
La noche del 14 de mayo, don Lorenzo llegaba a Toledo buscando un refugio junto a su tío, don Francisco Fernández, en el Hospital Provincial donde éste ejercía de Capellán. Pero, según pasan los días, una preocupación le tenía constantemente intranquilo: en el Sagrario de la parroquia se habían quedado las Sagradas Formas consagradas. Así que, a mediados de junio, durante las primeras horas de la tarde, se presentó en Maqueda, se dirigió a la iglesia parroquial y allí consumió las Formas consagradas, regresando nuevamente a Toledo.
Por su parte, Marina Fernández, sobrina de don Francisco, recuerda cómo le rogaba que se trasladarán a Cáceres, junto a otros familiares, pero que este le puso como excusa, para no abandonar Toledo, que estaba predicando una novena en la parroquia de San Nicolás de Toledo, en la que además oficiaba. De hecho don Francisco era con frecuencia reclamado para predicar: por ejemplo, el 27 de agosto de 1930 se da noticia de que predica en el triduo de la Cofradía de la Inmaculada y Santa Bárbara en Toledo; o el 24 de mayo de 1933 se anuncia que continúa el novenario de Nuestra Señora de la Estrella, que predica el capellán de la Beneficencia provincial…
Finalmente, el director del Hospital Provincial avisa al capellán de que las milicias van a detenerles a él y a su sobrino. Al conocer la noticia de su próxima detención, ambos deciden huir de Toledo. Vestidos de paisano, descienden hasta la vecina estación de ferrocarril; pero allí encuentran tal cantidad de milicianos que regresan al Hospital. Urgidos inmediatamente a abandonarlo, salen campo a través y suben por el Arroyo de la Rosa, en las afueras de la ciudad, con la esperanza de llegar a pie a su pueblo natal, Sonseca (Toledo).
Apenas salen, llega un tropel de milicianos al Hospital Provincial, y uno que, desde una ventana, ha visto salir a los dos curas les informa de la ruta que llevan. En el mismo Arroyo de la Rosa los alcanzan. Comienza el tiroteo, apuntando a las piernas para que no puedan seguir caminando. Don Francisco y Don Lorenzo, que yacen en el suelo entre dolores, aún tienen tiempo de absolverse uno al otro. Cuando ya los milicianos están encima, un segundo tiroteo termina con la vida de los dos sacerdotes.
Los llevaron a enterrar a Burgillos (Toledo), y años después, su familia los trasladó al cementerio de Sonseca (Toledo), donde reposan.