Cuando se habla de la tradición de comer pavo en Navidad, inmediatamente se recurre a ese lugar común que convierte al animalito en una tradición proveniente de los Estados Unidos, por haber sido el componente principal de aquel famoso banquete acontecido en el año 1621, que sería la fecha de la primera acción de gracias celebrada en América del Norte, en algún lugar indeterminado del este de Massachussets, en el que habrían participado los llamados Pilgrim Fathers (padres peregrinos en español, los primeros pobladores ingleses de los actuales Estados Unidos), y los indios champanoag.

             La verdad es que el “lugar común” en cuestión no puede ser más desacertado, y ello por no pocas razones, muchas en realidad.

             En primer lugar, porque tal “thanks giving day”, o día de acción de gracias en español, se produjo en una fecha no determinada con precisión, de la que lo más atinado que se puede decir es que ocurrió al término de la cosecha y durante la estación del otoño, una festividad que se celebra actualmente en Estados Unidos el cuarto jueves de noviembre, que este año cayó el día 28. Y por lo tanto no, en modo alguno, en la Navidad que celebran los cristianos, también los cristianos estadounidenses, el 25 de diciembre, en pleno invierno ya.

             En segundo lugar, porque la acción de gracias en cuestión no fue, ni mucho menos, la primera habida lugar en parte tan septentrional del continente americano, sino la celebrada 56 años antes entre pobladores españoles e indios autóctonos en 1565 con motivo de la fundación de la que es la primera ciudad estadounidense, San Agustín, por el español Pedro Menéndez de Avilés. Una tesis, la de esta primera acción de gracias española y no inglesa, que defienden incluso historiadores norteamericanos como Michael Gannon.

             En tercer lugar, porque ni siquiera entre los colonos ingleses la acción de gracias en cuestión era la primera celebrada en los actuales Estados Unidos, honor que habría cabido a cualquiera de las acontecidas en la ciudad de Jamestown, colonia que, aunque de escasa entidad y duración, había sido fundada en 1607, catorce años antes de la supuesta “primera acción de gracias” de 1621 celebrada en Massachussets.

             En cuarto lugar, porque consta que la tradición del “thanks giving day” que, a posteriori, buscará sus orígenes en tan renombrada fecha como la ya mencionada de 1621, no va a iniciarse, en realidad, hasta un par de siglos más tarde. La primera referencia conocida de la celebración de un día de acción de gracias nacional se halla en nota a pie de página de la edición que realiza Alexander Young de un folleto perdido de Edward Winslow y William Bradford titulado “Mourt’s relation” que, aunque escrito hacia 1621, se había perdido y no se será hallado sino precisamente en 1841.

             Y en quinto lugar, y de manera no poco sorprendente, porque el famoso banquete en modo alguno contuvo pavo, sino ciervo, como sabemos precisamente por la “Mourt’s relation”. Sólo en 1873, dos siglos y medio después de la famosa acción de gracias, comienza la tradición de que el Presidente yankee reciba un pavo cada día de acción de gracias, el cual le era enviado por un tal Horace Vose conocido como “el Rey de los Pollos”, desde la ciudad de Westerly, en el estado de Rhode Island.

             Lo cierto es que la tradición de comer pavo sólo se difunde a los hogares estadounidenses desde después de la Segunda Guerra Mundial. Con anterioridad, su deliciosa carne era inaccesible a los bolsillos menos cargados.

             El pavo, llamado “guajolote”, que significa viejo monstruo, por los naturales de Méjico, de donde es originario, es un ave americana que se hace conocida a los europeos gracias al contacto civilizacional propiciado por los españoles, y el intercambio gastronómico producido entre europeos y americanos gracias a los descubrimientos, la exploración y a la colonización hispana del Nuevo Mundo. Se atribuye al franciscano Fray Pedro de Gante la idea de unir por primera vez en la Historia, a los indígenas mejicanos en la celebración de la Navidad que hacían en Méjico los cristianos españoles, cosa que ocurriría en 1528, solo siete años después de la conquista del Imperio Azteca por Hernán Cortés, en una suerte de fusión con la fiesta prehispánica local del panquetzaliztli, la fiesta del dios azteca Huizilopochtli. Tiempo sobrado para que los españoles hubieran incorporado a su dieta ese delicioso manjar que puede llegar a ser el guajolote mejicano. Así que de América sí, pero no de los Estados Unidos, no, sino de Méjico, la costumbre tan consolidada en muchos países americanos, de poner un pavo en la mesa para celebrar la Navidad. Y cada vez más en España, compartiendo las mesas españolas de Navidad con quien siempre fue el rey de la misma, ese cordero que sin duda representa la figura del cordero pascual, cuyo sacrificio vino a sustituir el del mismo Dios en la cruz, Nuestro Señor Jesucristo.

             De hecho, un último dato, los primeros pavos en las colonias británicas de América del Norte no serían los guajolotes mejicanos que hoy conocemos todos como pavo, sino una especie de ganso que importaban los ingleses desde Turquía, similar en parte al pavo azteca, razón por la cual, todavía al día de hoy, llaman los ingleses al pavo precisamente así, “Turkey”, Turquía.

             Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

 

            ©Luis Antequera

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