Todo el que viaja con niños sabe que, diga lo que diga Kavafis, es más interesante el destino que el camino. Que se lo digan a Tsipras, el presidente griego de Podemos, en cuyo viaje por la Unión Europea, la Ítaca del euro, para pedir una quita de la deuda nacional sólo ha recibido palmaditas italo-francesas en la espalda y negativas a la cara en Alemania.  Lo que, ahora sí, da la razón a Kavafis: caminar proporciona sabiduría. Tsipras ha aprendido durante el itinerario que no es recomendable prometer pan sin conocer los entresijos de la siega. 
El político pragmático sabe que repartir pan es menos difícil que prometerlo, de modo que lo reparte, pero no lo promete, porque el reparto no ata tanto al electorado como la promesa. Por el contrario, Tsipras, populista de libro, promete el pan que no tiene porque cree que la tahona fía siempre al que pide por necesidad. Olvida que la tahona es una multipropiedad que gestiona Merkel, la mandataria comunitaria menos proclive al chantaje emocional. 
Como la estrategia de la lástima no le ha dado resultado, Grecia utiliza el recurso de la historia. Su ministro de finanzas, Yanis Varufakis, considera en concreto que la decisión alemana de no financiar a fondo perdido a su país es una invitación al resurgir del nazismo en Grecia. No sé por qué. A no ser que sugiera que el Gobierno teutón utiliza la frase de frontispicio de Auswitsch, arbeit macht frei, el trabajo os hará libres, como una indirecta a la vagancia helena.