Dice mucha gente entendida que los independentistas del mundo, por mucho que reciban concesiones, nunca se conforman; siempre quieren más. Y la verdad es que solo hay que observar a los que tenemos cerca para percibir la veracidad de tal afirmación. Trasladada esta situación al mundo eclesial, nos percatamos de que ocurre algo similar. Guiados por las modas, los autodenominados progresistas pretenden que la Iglesia se deje conducir según sus criterios, que no son otros que los del mundo actual. Como además tienen, por ahora, los medios, machacan constantemente a la sociedad, de manera que engañan hasta al apuntador. No hay nada más cierto que la Iglesia debe adaptarse a los tiempos. Por eso, si fijamos nuestra mirada en Ella, percibimos que, realmente, no ha hecho otra cosa en su historia. De hecho, siempre ha ido por delante del mundo en sus propuestas. Guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia propone la gran novedad de Jesucristo. Esto es lo más revolucionario y progresista de la historia. El problema de no seguir a Jesucristo es nuestro en todo momento, no de la Iglesia. Cristo se encuentra con todos nosotros por igual, pero somos nosotros los que tenemos que acogerle y decirle SÍ. Por mucho que haya grupos de personas, órdenes religiosas, medios de comunicación y demás, que insistan constantemente en hacer una Iglesia del mundo y no de Dios, ésta seguirá ofreciendo el Señor al mundo, y no hará concesiones ni bajará el listón. Asimismo, está demostrado que, cuando cualquier institución eclesial deja de anunciar a Jesús de Nazaret, pasa a sugerir y proponer tonterías que hacen que el mundo sonría, y por supuesto, nunca se encuentren con el Señor. Radicales, eso hemos sido los católicos siempre, y así tenemos que seguir. Tenemos con nosotros a Cristo, lo más innovador del universo, y nos pide que estemos ahí, dando testimonio suyo. Y a dejarnos de estupideces, que es una pérdida de tiempo y casi no tenemos, como para desperdiciarlo. Eduardo Palanca