Una interpretación de la revolución política actual

No es  fácil intentar explicar de forma razonada los fundamentos intelectuales de la revolución política que se está viviendo en el mundo occidental. Desde la caída del muro de Berlín en 1989 ha surgido un nuevo marco conceptual que ha hecho viejas las explicaciones tradicionales de las dinámicas políticas que funcionaron en el siglo XX. En este siglo XXI todo es distinto y nuevo, dificultando entender lo que nos pasa: en las viejas democracias surgen nuevos planteamientos iliberales que se aceptan como progres y que ponen en cuestión la tradicional concepción de los derechos humanos y la igualdad básica de los ciudadanos, sustituidas por las novedosas políticas de identidad, la cultura woke y las pretensiones de cancelación de nuestra historia, hasta la legitimación de la violencia, la rebelión aplaudida por el progresismo contra la libertad de expresión y de pensamiento y la aparición de populismos que ya no responden a las viejas lógicas del fascismo ni del comunismo sino  a algo nuevo.

En la segunda mitad del siglo XX la alternativa política a la sociedad capitalista era la propuesta comunista; ahora se expande sin parar el capitalismo y la lógica de mercado se extiende incluso al cuerpo humano y la sexualidad, pero la cultura liberal de los derechos humanos retrocede a la par. Parece haberse producido una confluencia entre el capitalismo más descarnado y las causas del progresismo cultural (antes vinculado al pensamiento marxista y las luchas de la izquierda), de forma que hoy la corriente política e ideológica dominante es algo nuevo definido por la pretensión de un mercado sin contraindicaciones éticas de ningún tipo más la suma de las ideologías herederas del mayo del 68 y cuyo objetivo ya no es un ciudadano en plenitud de derechos implicado en la construcción de la sociedad sino un individuo aislado, sin raíces ni familiares ni culturales ni religiosas ni nacionales; y convertido en el perfecto consumidor, en un puro varón de deseos a disposición del mercado.

Este proceso es el que analiza Adriano Erriguel en “Pensar lo que más les duele”, Ed. Homo Legens, 2020, 543 págs. Es un libro apasionado, un torrente de ideas que no deja nada en el tintero, con partes más interesantes y otras más discutibles; pero creo que aporta luces relevantes para entender nuestro mundo y sus dinámicas ideológicas y políticas. Como explica el prólogo (págs. 15-16): ”nuestro tiempo está hecho para Erriguel (…) de una unión entre la izquierda post-68 y la derecha liberal (…) La corrección política y la izquierda concomitante no son ´marxismo cultural`, sino la legitimación ideológica indirecta de la mundialización y del neoliberalismo… La izquierda posmoderna –y esta es la tesis central que defenderemos en éstas páginas- tiene muy poco de marxista y sí mucho de neoliberalismo cultural puro y duro (…)”.

Erriguel hace una deconstrucción del proceso moderno de deconstrucción de la cultura occidental a partir de la constatación de que medio siglo después del proceso revolucionario de 1968 “nuestro mundo ha sido remodelado de arriba abajo conforme a los presupuestos y la filosofía de aquellos revolucionarios” (pág. 29). Hoy, para el autor, la izquierda no es ya marxista sino neoliberal, ha abandonado la lucha de clases para defender a individuos desarraigados solos e indefensos ante el mercado; y así coincide y sirve al capitalismo más descarnado e insolidario. El feminismo de género, las políticas de identidad, el internacionalismo antifronteras, la rebelión contra la cultura humanista occidental y contra la religión, el ataque a la familia, la banalización y mercantilización de la sexualidad, las propuestas transhumanistas, etc, serían aspectos de las luchas de esta nueva izquierda acomodaticia con los grandes poderes financieros (“la utopía de Silicon Valley”) y entregada a sus intereses, por mucho que siga usando una retórica aparentemente revolucionaria y que imita a la de las izquierdas verdaderamente revolucionarias del siglo XX.

El análisis del significado cultural y político de mayo de 1968 que el autor realiza en el capítulo II me parece digno de ser meditado para entender nuestra época. Cito de la página 79: “Voluntad de emancipación: he ahí el meollo ideológico de 1968 (…)- Vencedor de todos sus enemigos, el liberalismo se revuelve contra el hombre; más concretamente, contra las determinaciones que, en el hombre, escapan a la elección y al libre albedrio, incluidas las del propio cuerpo. (…) Solamente cuando todas las identidades colectivas hayan sido erradicadas, solamente cuando el hombre haya sido convertido en una tabla rasa, en un ser flexible, intercambiable y liberado de cualquier determinación cultural o biológica, la emancipación total del individuo habrá sido alcanzada”. Y en pág. 129/130: “la extensión ilimitada del mercado: aquí reside el carácter emancipador y progresista del neoliberalismo (…), pero ello requiere una condición previa: abolir todos los obstáculos que se interpongan a las relaciones mercantiles entre los individuos, incluyendo aquellos dominios hasta ahora regidos por arcaísmos éticos, religiosos, nacionales o culturales”.

Los análisis del pensamiento de Foucault o de Laclau que realiza  Erriguel son muy buenos, así como su estudio de los actuales populismos y de las dinámicas izquierda/derecha en la vida política contemporánea; entre otros varios temas tratados por el autor.

Libro que ayuda a pensar sobre las dinámicas de nuestro tiempo, aunque no se compartan –como es mi caso-  parte de sus tesis ni su impugnación total de la modernidad.

 

Benigno Blanco