Ese libro maravilloso lleno de sorpresas que ya tuve ocasión de presentarles (pinche aquí si desea conocerlo mejor), incluye también un manual del trato de los hombres con las mujeres que me ha parecido interesante traer aquí para que lo conozcan Vds..
 
            Lo que no quiero hacer sin dejar de exponerles alguna salvedad previa. La primera de ellas es que el libro, como todo el Antiguo Testamento, como todos los libros (los pocos que existían) de la época, está dirigido a los hombres, algunos de los cuales (muy pocos por cierto) son los que podían leer. Ello no tiene porqué escandalizarnos: es así y basta, no existe actitud más estúpida que el que quiere juzgar la historia de hace tres mil años con los baremos y conceptos que rigen hoy día, algo que fascina, precisamente, a quienes no tienen ni idea de historia y quieren presentarse como si la conocieran, y que a Vds. puede servir como indicio para identificar a un idiota tratando de hacerse el sabio. Sin embargo y aún a pesar de ello, trasvasando, ahora sí, los interesantes consejos del Eclesiástico al lenguaje moderno de la perfecta igualdad hombre-mujer que vemos acontecer hoy día, no por ello ha dejado de tener actualidad lo que el juicioso Jesús ben Sirac (autor del libro) nos traslada para nuestra consideración. Por lo que para su mejor comprensión, me he permitido añadir entre corchetes, algunas palabritas que tal vez nos ayuden a comprenderlo mejor hoy día.
 
            Dicho todo lo cual, ahora sí, ahí se lo dejo para que les haga pensar. El capítulo se llama “El trato con las mujeres” y éste es su contenido.
 
            “No tengas celos de la mujer [o del hombre] que amas, no sea que tú le enseñes a actuar contra ti.
 
            No te entregues del todo a una mujer [o a un hombre], no sea que te llegue a dominar.
 
            No te acerques a una prostituta [o a un chulo],  no sea que caigas en sus redes.
 
            No tengas trato con una cantante [léase “sinvergüenza”], no sea que te enredes en sus artimañas.
 
            No te fijes demasiado en la doncella [léase en un niño o niña], no sea que te castiguen por su causa.
 
            No te entregues a prostitutas [o a un chulo], no sea que pierdas tu herencia.
 
            No andes fisgoneando por las calles de la ciudad, ni deambules por sus parajes solitarios.
 
            Aparta los ojos de una mujer [o de un hombre] hermosa, no te fijes en belleza ajena. Muchos se perdieron por la belleza de la mujer [y del hombre], a su lado el amor se inflama como el fuego”. (Ec. 9, 1-8)
 
            Les traigo aquí también las inquietudes que según expresa D. Jesús, preocupan a un padre respecto de su hija:

            “Una hija es para su padre una secreta inquietud,
            la preocupación por ella le quita el sueño.
            Cuando es joven, por si se le pasa la edad de casarse;
            si está casada, por si el marido la aborrece.
            Mientras es virgen, por si se deja seducir
            y queda embarazada en la casa paterna.
            Si está casada, por si es infiel al marido;
            en la relación conyugal, por si resulta estéril.
            Si tienes una hija atrevida, refuerza la vigilancia,
            no sea que te convierta en el hazmerreír de tus enemigos,
            comidilla en la ciudad, corrillos en el pueblo,
             y te avergüence ante la gente”. (Eclesiástico 42, 911)
 
            Y sin más por hoy salvo desearles que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos, me despido hasta mañana.
 
 
            ©L.A.
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