Uno de los capellanes más conocidos por su popularidad dentro de la feligresía fue don Manuel Maroto Castro, quien había nacido en el pueblo cordobés de Villa del Río. Durante los años de la II República lo encontramos de párroco en Campillo de Arenas, en la diócesis de Jaén, donde utilizó todas las artimañas posibles para conseguir un carnet sindical de un grupo de izquierdas, para salvar el pellejo y salir vivo de la contienda.
Tras la misma, lo vemos de párroco en Marmolejo, el pueblo del balneario. Allí estuvo largos años, donde lo recuerdan con gran orgullo.
En mitad de los años cincuenta ocupa la feligresía de San Ildefonso de Jaén, donde levantó la devoción de la ciudad a su patrona la Virgen de la Capilla, tomando una serie de decisiones singulares: por ejemplo colocar un reloj en una de las torres del templo, cuya maquinaria cuando daba las horas sonaba el carillón con la letra y musica siguiente:
"Bendita sea la hora, en que María Santísima, descendió del cielo a la ciudad de Jaén. Por siempre sea bendita y alabada. Virgen de la Capilla, rogad por nosotros".
La aceptación fue general, pero la política contra los ruidos fue reduciendo ese carillón a una pieza de museo.
En 1977 fue jubilado y enviado a la Catedral como canónigo. Siempre que veía a don Manuel Maroto por la calle observaba su soledad, en los últimos años, con un bastón, caminaba solo . Un hombre que lo había dado todo por su feligresía y las gentes de Jaén, pasó unas vejez de amarga soledad.
Cuando falleció dejó testado ir a descansar a un nicho del cementerio de Marmolejo, el pueblo donde más lo apreciaron y él se encontró muy bien.
Descanse en paz, don Manuel, el, para mí, mejor capellán de la Virgen de la Capilla, patrona de la ciudad de Jaén.
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Tomás de la Torre Lendínez