Nuestros antecesores, le daban mucha importancia a las reglas ortográficas. Tenían un tipo de letra envidiable. Nada que ver con los garabatos que hacemos algunos. Pues bien, pensando en ellos, viene al caso hacer una autoevaluación sobre la manera que tenemos de darle publicidad a nuestros contenidos y/o espacios en el marco de la Iglesia, como puente entre Dios y el mundo.
Cuando consideramos necesario promover una institución católica o retiro mensual, es muy importante cuidar la calidad, el diseño. No es lo mismo una cartulina arrugada que un póster. Tampoco da igual “ezCribir así” que “escribir así”. Ciertamente, lo que importa es el mensaje, el fondo o meollo del asunto, pero ¿quién nos va a tomar enserio si no somos cuidadosos con los detalles? La ortografía nunca ha estado de pleito con la evangelización a través de los medios de comunicación social.
Si alguno decide subir un video a YouTube, queda obligado a cuidar las reglas ortográficas, pues de no ser así, lo mejor es buscar otra manera de dar a conocer lo que pretende. Las medidas tintas no nos van. Recordemos que vivimos en un mundo multimedia, en el que la capacidad visual e inmediata, tiene peso. Cuando nuestra primera impresión resulta chocante, desagradable, lo más probable es que dejemos de ver o leer lo que nos están proponiendo. A Dios también le agrada que nuestro trabajo lleve el sello inconfundible de la calidad, del esfuerzo.
Como todos nos podemos equivocar al escribir, es muy importante que otros nos ayuden en nuestro empeño. Tomando en cuenta que “dos cabezas piensan mejor que una”, el sentido de equipo resulta clave y constructivo para evitar errores en los contenidos que queramos promover. Una buena carta de presentación, atrae, despierta interés y lanza a la esencia del mensaje. Por esta razón, recuperemos el valor del esfuerzo, del trabajo; sobre todo, a la hora de compartir lo que somos y tenemos.
Cuando consideramos necesario promover una institución católica o retiro mensual, es muy importante cuidar la calidad, el diseño. No es lo mismo una cartulina arrugada que un póster. Tampoco da igual “ezCribir así” que “escribir así”. Ciertamente, lo que importa es el mensaje, el fondo o meollo del asunto, pero ¿quién nos va a tomar enserio si no somos cuidadosos con los detalles? La ortografía nunca ha estado de pleito con la evangelización a través de los medios de comunicación social.
Si alguno decide subir un video a YouTube, queda obligado a cuidar las reglas ortográficas, pues de no ser así, lo mejor es buscar otra manera de dar a conocer lo que pretende. Las medidas tintas no nos van. Recordemos que vivimos en un mundo multimedia, en el que la capacidad visual e inmediata, tiene peso. Cuando nuestra primera impresión resulta chocante, desagradable, lo más probable es que dejemos de ver o leer lo que nos están proponiendo. A Dios también le agrada que nuestro trabajo lleve el sello inconfundible de la calidad, del esfuerzo.
Como todos nos podemos equivocar al escribir, es muy importante que otros nos ayuden en nuestro empeño. Tomando en cuenta que “dos cabezas piensan mejor que una”, el sentido de equipo resulta clave y constructivo para evitar errores en los contenidos que queramos promover. Una buena carta de presentación, atrae, despierta interés y lanza a la esencia del mensaje. Por esta razón, recuperemos el valor del esfuerzo, del trabajo; sobre todo, a la hora de compartir lo que somos y tenemos.