Después de ver en su día el tratamiento que a las prácticas masturbatorias daba el Antiguo Testamento (
pinche aquí para conocer lo que entonces decíamos), corresponde hoy entrar en el que de las mismas hace el Nuevo Testamento.
Lo primero que hay que decir al hacer esta incursión en la segunda parte de la Biblia cristiana es que de los dichos de Jesús ninguno, absolutamente ninguno, se refiere al tema.
Es más, en el Nuevo Testamento, ni siquiera el púdico Pablo, tan ardiente defensor de la castidad, la virginidad y la monogamia, parece hacer referencia alguna a la masturbación, a no ser que la denomine o la entienda comprendida dentro de un concepto que utiliza en hasta tres ocasiones y al que llama “impureza” en algunas traducciones, e “inmundicia” en otras, y cuya relación con las prácticas que analizamos es más que discutible.
A los corintios enumera Pablo algunos de los pecados que imposibilitarán la entrada en el Reino de Dios:
“Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni explotadores heredarán el Reino de Dios” (1Co. 6, 910)
Que aún les reitera en su segunda misiva:
“Temo que en mi próxima visita el Señor me humille por causa vuestra y tenga que llorar por muchos que anteriormente pecaron y no se convirtieron de sus actos de impureza, fornicación y libertinaje” (2Co. 12, 21).
Donde bajo el epígrafe “impuros”, “impureza”, podría estar señalando a los masturbadores. Parecida enumeración le hace poco tiempo después a los gálatas:
“Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gl. 5, 19-21).
Algo más claro, y sin que pueda afirmarse todavía que Pablo se refiere explícitamente a la práctica que aquí nos ocupa, se presenta la mención que realiza en su misiva a los Colosenses, aunque sólo sea por el lugar que el concepto ocupa en la frase, a caballo entre la fornicación, las pasiones y los malos deseos:
“Por tanto, mortificad cuanto en vosotros es terreno: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría” (Col. 3, 5).
Y quizás a los efesios, donde al concepto tradicionalmente utilizado, “impuro”, “impureza” añade otros como “grosería”, “chocarrería”, que también podrían acoger las prácticas en cuestión:
“La fornicación, y toda impureza o codicia, ni se mencione entre vosotros, como conviene a los santos. Lo mismo que la grosería, las necedades o las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias. Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso -que es como ser idólatra- participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios” (Ef. 5, 3-5).
Existe una última posible referencia a la cuestión en el consejo que Pablo emite a sus feligreses cuando les está proponiendo la castidad como modelo de vida, que es el siguiente:
“No obstante, digo a los solteros y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse” (1Co 7, 8-9).
Ahora bien, ese “abrasarse” tan elocuente y bien traído al caso permite múltiples interpretaciones que no pasan necesariamente por la masturbación. Y aunque se refiriera a ella, se ha de reconocer que el enfoque paulino es aquí menos escatológico que en los pasajes anteriores, pues no impone castigo o consecuencia algunos.
Esta es toda la claridad que Pablo utiliza en sus escritos, lo que quiere decir que por un lado, Pablo no se refiere nunca a la masturbación con mayor claridad que la expuesta, y por otro, que no está claro que bajo los conceptos que utiliza haya podido o querido englobar dicha masturbación.
Y bien queridos amigos, esto es todo por hoy. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Hasta mañana.
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