A primeros de la década de los cincuenta llegó a Jaén, don Carmelo Iribar Arregui, quien consiguió ganar las oposiciones a beneficiado con el oficio de cantor y de organista adjunto.
A la vez fue capellán de las clarisas de Jaén, y capellán del hospicio de hombres, donde hizo mucho bien espiritual.
Siendo un vasco de pura cepa, era una persona muy cordial con la sonrisa siempre en los labios para todos los compañeros sacerdotes.
Conocía muy bien el euskera, y cuando alguno de sus sobrinos deseó bautizarse en Andalucía, hacer la primera Comunión, o casarse, don Carmelo hacía la ceremonia en euskera, sin dar gran publicidad, al asunto, aunque siempre hubo algún gacetillero que lo sacaba en la prensa local, sin más comentarios ni aspavientos.
Descanse en paz don Carmelo, hombre bueno, vasco de dos apellidos y gran compañero sacerdote.
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La Religión de la Comunicación incomunicada en España
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Tomás de la Torre Lendínez