La doctrina de la Corredención de la Virgen María tiene profundas raíces en la Escritura, la Tradición y la vida de la Iglesia, destacando el papel único de María en la economía de la salvación. La proclamación de este dogma, que aún no ha sido oficializada, ayudaría a reconocer formalmente el rol corredentor de la Virgen y su especial cooperación en la obra redentora de Cristo. La proclamación del dogma tendría también un impacto positivo en la vida de la Iglesia, en la devoción mariana y en el avance del verdadero ecumenismo.

1. Fundamentos de la Corredención Mariana

 

La idea de la Corredención reconoce a María como una colaboradora especial en el misterio de la redención. Aunque Jesucristo es el único Redentor, el papel de María es entendido como una participación en esta misión única. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC, 618) menciona que, al asociarse a la “obediencia redentora” de Cristo, la Virgen participa en una misión especial en la obra de la salvación. No se trata de atribuirle un poder igual al de su Hijo, sino de reconocer su función cooperadora querida por Dios en el proceso de redención.

 

a) María en el plan de Salvación desde la Escritura

 

La Escritura prefigura el papel corredentor de María en textos como el Protoevangelio (Génesis 3, 15), donde Dios anuncia que la mujer y su descendencia vencerán al mal. En la tradición católica, esta “mujer” se refiere a María, la Nueva Eva, quien junto con Cristo, la “descendencia”, participa activamente en la victoria sobre el pecado. El Evangelio de Juan (19, 26-27) también ofrece una escena clave en la que Jesús, desde la cruz, encomienda a Su Madre al discípulo amado, señalando una misión universal de maternidad y entrega al pie de la cruz.

 

b) La enseñanza de los Santos y la Tradición

 

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha comprendido el rol singular de María en el plan redentor. San Ireneo de Lyon la llama la “Nueva Eva”, cuyo sí a Dios desata el “nudo de desobediencia” de la primera Eva. Santo Tomás de Aquino reconoce su cooperación en la redención, y santos modernos como San Pío de Pietrelcina y San Maximiliano Kolbe se han referido a la Virgen como Corredentora, destacando su papel junto a Cristo. San Juan Pablo II también habló en múltiples ocasiones de María como “Corredentora”, subrayando su participación en la obra redentora.

 

2. Naturaleza de la Corredención y su Relación con Cristo

 

La corredención mariana implica una cooperación subordinada. Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5), y Su sacrificio en la cruz es único y suficiente. María, sin embargo, fue asociada a este sacrificio como Madre y discípula fiel, cooperando con amor y obediencia en el plan divino.

La Lumen Gentium (n. 61) destaca que la Virgen María fue asociada a Jesucristo en la obra de salvación. Así, la Iglesia ha reconocido el papel especial de María en la redención, no por necesidad en sí misma, sino por la voluntad de Dios de incorporar a su Madre en el proceso de salvación, completando la economía divina con una cooperación amorosa y humilde.

 

3. La Conveniencia de Proclamar un Quinto Dogma Mariano

 

a) Enriquecimiento de la Fe Católica y Fortalecimiento de la Devoción a María

La proclamación del dogma ayudaría a los fieles a profundizar en el misterio de la corredención de María, fortaleciendo la devoción mariana y promoviendo una comprensión más clara de su rol en el plan salvífico de Dios. Esta verdad resaltaría el amor incondicional y la obediencia de la Virgen, ofreciendo a los católicos un modelo ejemplar de entrega y fe. María, al ser reconocida oficialmente como Corredentora, guiaría a los fieles hacia Cristo, reforzando su papel como camino seguro hacia Él.

 

b) Avance en el Ecumenismo Verdadero

La proclamación del dogma también tendría un impacto positivo en el camino ecuménico. Aunque algunos creen que podría suponer una dificultad en el diálogo, en realidad, esclarecer el papel de María con base en la Escritura y en el misterio de Cristo ayudaría a acercar a otras comunidades cristianas. Al comprender que la Virgen no ocupa un lugar competitivo, sino participativo y subordinado a su Hijo, se facilitaría el diálogo en torno al papel de los santos y de María en la vida cristiana. La proclamación, basada en el amor y la obediencia de María, podría ser un puente de unidad con otras tradiciones cristianas, ya que pondría de relieve su papel como Madre de la Iglesia y de todos los creyentes, siendo un reflejo de la misma disposición de Cristo hacia la humanidad.

El dogma de la Corredención de María, al proclamarse, podría mostrar que en la Virgen se sintetizan elementos comunes de fe cristiana: la obediencia a Dios, la entrega en el sufrimiento redentor y la colaboración con Cristo en la salvación de la humanidad. Esta proclamación podría facilitar el diálogo ecuménico en torno al papel que juega cada cristiano en la comunión de los santos y cómo todos somos llamados a unirnos al sacrificio de Cristo.

 

c) Una Respuesta a la Devoción de los Fieles

La proclamación de este dogma también respondería a las oraciones y peticiones de millones de fieles en todo el mundo, quienes, durante décadas, han manifestado su deseo de ver proclamado oficialmente el título de Corredentora para la Virgen María. En la proclamación del dogma, la Iglesia respondería a la piedad mariana de sus fieles, resaltando la importancia de la Virgen en la vida cristiana y la riqueza espiritual de su intercesión.

 

Conclusión

La doctrina de la Corredención de la Virgen María no busca restarle a Cristo su lugar único como Redentor, sino reconocer la especial cooperación de Su Madre en el plan divino de salvación. Proclamar el dogma de María como Corredentora sería un acto de amor y de fe, honrando la disposición de la Virgen a unirse plenamente al sacrificio de su Hijo.

Esta proclamación fortalecería la devoción mariana, enriquecería la fe de los católicos y podría facilitar el verdadero ecumenismo. Al reconocer a María como Corredentora, la Iglesia destacaría la importancia de la maternidad espiritual y de la cooperación con Dios en la salvación, y ofrecería un modelo claro y universal de vida cristiana a todos los creyentes, católicos y no católicos. La proclamación de este dogma, en última instancia, invitaría a la humanidad a seguir el ejemplo de la Virgen en el camino hacia Cristo, el único y verdadero Redentor.