He hablado por teléfono con mis amigos: Juan Pedro y María Luisa, quienes contrajeron matrimonio, en el pueblo de Porcuna, presidiendo la ceremonia el padre Francisco Tornero, miembro de la Orden de Predicadores.

Nacido en Villanueva del Arzobispo, el padre Tornero, era un dominico menudo de estatura, pero grande de alma y lleno de paciencia para aguantar a los chicos de los campamentos del Frente de Juventudes, a los que cada verano se apuntaba para servir de capellán.

Aquel dominico tenía un timbre de voz dulce, que obligaba a que sus oyentes se callaran para escucharle mejor sus excelente homilías, con el estilo propio de un dominico de la vieja escuela de predicadores.

Nunca se separó de su hábito blanco y negro; siempre estaba orgulloso de su pertenencia a la orden de Santo Domingo de Guzmán.

La última vez que lo encontré fue en el convento de Santa Cruz la Real, en Granada, donde residía. Recuerdo un sabio consejo: "Reza siempre el Santo Rosario, como haces desde niño. No lo olvides". Sigo haciéndolo.

Descanse en paz el padre Tornero, un hombre bueno.

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Lean, amigos, mi último Tratado titulado

La Religión de la Comunicación incomunicada en España

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Tomás de la Torre Lendínez