El vaticanista Andrea Tornelli hablaba de "grupúsculos" contrarios en la Stampa hace unos días: yo no soy tan optimista. Más bien creo que se trata de sectores amplios y muy bien situados, algunos de ellos, en las esferas del poder.
Y, tengo que confesar que, después de muchos años de intentar estudiar la Iglesia en su dimensión histórica y humana, el hecho me sorprende muy poco. El nuevo Papa está marcando nítidamente y de forma programática (aunque no lo parezca, por su estilo espontáneo) líneas de actuación tan distintas de lo que venía siendo habitual desde hace muchos años, que lo raro hubiera sido lo contrario.
Lo que de verdad me llama la atención es el tono y los gestos. Me pregunto el porqué del cambio, ya que no imagino unas críticas o unas manifestaciones de impaciencia tan públicas y evidentes con ninguno de los dos anteriores pontífices. ¿Ustedes sí?
Es posible que muchos que, durante largo tiempo, presentaron la figura del Obispo de Roma, como alguien por encima de los extravíos humanos, confundiendo (quiero creer que sin mala intención) magisterio ordinario y extraordinario, y convirtiendo cualquier declaración del mismo poco menos que en Palabra de Dios, caigan en la tentación de decir "dije donde digo Diego" ahora que la línea del nuevo pontífice "no les gusta".
Esta realidad es demasiado humana, como para ser tenida en cuenta seriamente. Lo que me preocupa del asunto es un hecho más profundo y, a mi entender, más grave.
Los que siguen este humilde blog, seguro que recuerdan entradas de hace un par de años en las que señalaba mi preocupación por la brecha evidente entre dos concepciones muy divergentes de entender la realidad y misión de la Iglesia a comienzos del siglo XXI. Ambas cuentan con potentes eclesiologías detrás: no se trata, pues, de meras opiniones o preferencias personales. Por simplificar mucho (¡muchísimo!) y a pesar de que esta terminología no me gusta nada de nada, hablaré de la "conservadora" y la "liberal".
Quiero añadir que ambas son perfectamente concordes con la Tradición y el Dogma Católico y que estuvieron representadas con toda claridad por grupos muy bien definidos en el último Concilio (si alguien pone esto en duda le recomiendo encarecidamente que estudie un poco el tema). Históricamente, la corriente que podríamos denominar "liberal", y que en el Vaticano II estuvo representada por algunos "pesos pesados" como los cardenales Suenens, Lercaro, König, Frings, etc., no tuvo demasiadas posibilidades de desarrollo. Las causas son bastante complejas, sin que podemos entrar aquí en su análisis. Tras un periodo muy corto de cierta indefinición, Pablo VI apostó por una cierta tendencia "conservadora". La misma fue clarísimamente adoptada por Juan Pablo II (aunque no en todos los temas) en su largo pontificado, y , posteriormente, por Benedicto XVI.
Fueron muchos años, muchas decisiones tomadas, muchos nombramientos realizados, muchas intervenciones hacia dentro y declaraciones hacia afuera en una línea altamente coherente consigo misma, pero monolítica. Tanta cantidad y tanto tiempo hicieron que muchos creyeran que una determinada forma de dirigir la Iglesia y de entender la misión y labor concretas de la misma en el mundo actual, era sencillamente la única.
¿Es que la Iglesia ha cambiado entonces?. ¿Es Francisco un "rupturista"? Pues no, yo creo que no lo es en absoluto, y que lo que está haciendo es muy normal. Lo ven "anormal" quienes tienen su visión eclesial un tanto deformada y consideran a este Papa un "progre" (¡el tiempo les demostrará lo equivocados que están!). La Iglesia no cambia en lo que no puede cambiar, en su esencia eterna, perfectamente definida por el Dogma. Pero sí puede y debe cambiar en muchas formas de llevar esa esencia a los hombres.
Y, puestos a ello, quiero decir que creo que ya era hora de que muchas cosas empezaran a cambiar. Es mi modesta opinión lo es también que Francisco es una bendición para la Iglesia. Quizá la mayor del último medio siglo.
Cuentan que, cuando Juan Pablo I (¿alguien pensó que me había olvidado de él?), recién elegido, anunció a un poderoso cardenal los cambios que deseaba hacer, dialogaron más o menos así: el prelado le respondió tajante, " ¡Sepa vuestra Santidad, que estas decisiones van, en muchos aspectos, en contra de la línea marcada por Vuestro Antecesor (de feliz memoria)!". El santo Papa Luciani se limitó a decir, lacónicamente: "¡Nadie manda siempre...!"
Pues, eso.
Un abrazo muy fuerte, y que el Señor les bendiga este año que hemos comenzado.