Después de ver en su día los mutuos reproches con los que Jesús y los fariseos se obsequiaban (pinche aquí para conocerlos), y de entrar en el análisis de una de las cuestiones que más enrareció la relación entre ambos, la cuestión del sábado, (pinche aquí para conocerla mejor), toca hoy entrar en la segunda cuestión que tan negativamente afectó a esa misma relación: la pretendida intitulación de Jesús como el mesías esperado por los judíos. Y es que a pesar de que los fariseos profesan encendidamente la creencia en el advenimiento de un mesías salvador en algún momento de la historia, posiblemente incluso próximo, para nada aceptan contemplar la eventualidad de que ese mesías sea precisamente Jesús.
 
            Jesús intenta convencerles de ello:
 
            “Estando reunidos los fariseos, les propuso Jesús esta cuestión: ‘¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo?’ Dícenle: ‘De David’. Díceles: ‘Pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies?’
            Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?’ Nadie era capaz de contestarle nada; y desde ese día ninguno se atrevió ya a hacerle más preguntas” (Mt. 22, 41-46)
 
            Pasaje que por cierto, nos lleva a la importancia que en la época de Jesús se daba a la procedencia davídica del mesías, cuestión que ya analizamos en profundidad en estas mismas líneas (pinche aquí para conocerla mejor).
 
            Pero lo cierto es que, aunque consiga persuadir de condición tal a muchos otros judíos, nunca logra que le acepten como tal los fariseos:
 
            “Y muchos entre la gente creyeron en él y decían: ‘Cuando venga el Cristo, ¿hará más signos que los que ha hecho éste?’. Se enteraron los fariseos que la gente hacía estos comentarios acerca de él y enviaron guardias para detenerle [...]
            Los guardias volvieron a los sumos sacerdotes y los fariseos. Éstos les dijeron: ‘¿Por qué no le habéis traído?’ Respondieron los guardias: ‘Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre’. Los fariseos les respondieron: ‘¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos’.” (Jn. 7, 31-49).
 
            Y sin más por hoy queridos amigos, aquí les dejo de momento, porque mañana por aquí andaremos de nuevo. No sin desearles como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Hasta mañana.
 
 
            ©L.A.
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