Susana Díaz dice que procede de una casta de fontaneros. La mía es de albañiles. Lástima que ni yo sepa enlucir una pared ni ella, supongo, sustituir una cañería. Al ufanarse de la baja extracción social de su familia vincula el cargo institucional al esfuerzo personal, pero nada más incierto. La presidenta de la Junta de Andalucía es una política de laboratorio que desconoce el mecanismo de la llave de paso. Dicho de otro modo, si saca pecho por el oficio de su gente es porque ella, fuera del ámbito público, no ha pegado un palo al agua.  
El orgullo de clase de la presidenta tiene una base sociológica. Como Andalucía es el lugar común de la miseria, aquí se compite por ver quien cuenta con parientes más humildes. Puede estar tranquilo don Juan Carlos, que desde esta región no surgirán demandas de supuestos hijos ilegítimos. Si se puede proceder de un siervo de la gleba ¿quién quiere se consanguíneo de un Borbón? No es que el andaluz prefiera ser aparcero a terrateniente, pero los gobernantes socialistas le han enseñado que el subdesarrollo dignifica al hombre y que PIB es una sigla de derechas.