El Papa Francisco habla de que, si te mentan a la madre, a lo peor uno responde con un puñetazo. Es lógico y es humano. El propio Jesucristo usó el látigo para expulsar a los mercaderes del Templo. Convertir la Casa de Dios en “cueva de ladrones”, como dice el Evangelio, es algo peor que una blasfemia. Jesús, pues, tuvo una respuesta contundente, de una violencia proporcionada: no mató a nadie, claro, y tuvo el detalle de aconsejar a los vendedores de palomas que se las llevasen de allí –las palomas enjauladas difícilmente podían emprender el vuelo por sí solas-.
De modo que menos fariseísmo y menos buenismo, porque ni el uno ni el otro son cristianos. La madre, la Santa Madre Iglesia y la Casa de Dios son, en el caso que nos ocupa, prácticamente lo mismo. Y frente a la libertad de expresión blasfema de los mercaderes, Jesús opuso su propia libertad de expresión.
La otra mejilla se pone solo cuando te ofenden a ti, no cuando insultan a tu madre o a tus hermanos. Y los mártires lo son, en muchísimos casos, por no haberse callado cobardemente. No lo olvidemos.
Post Scriptum: Nótese que los del “Charlie Hebdo” son mucho más crueles en sus sátiras contra los católicos que en aquellas que dirigen a los musulmanes. Todas, por cierto, reprobables.