Después de haberse situado el oratorio, valiéndose de algunos versículos de Isaías, en una posición confesante respecto al Siervo de YHWH, a continuación, con ayuda del libro de los Salmos, va a dar la visión de los que no ven en Él al Salvador. Primero el tenor, como narrador, y luego el coro, poniendo voz a los que rechazan al Siervo e imitando Händel el rumor y chismorreo de la gente, cantan:

"Al verlo se brulan de él, hacen visajes, menean la cabeza: "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere" (cf. Sal 228s).

De nuevo, Jennens, el libretista, hace uso del mismo recurso, pero en este caso tiene una profundidad especial. La primera persona del singular es transformada en tercera del singular en el primer versículo. Lo que dice Jesús de sí, "al verme", pasa a ser dicho por otro, por un testigo que narra la escena. ¿Pero qué es lo peculiar en este caso? Se trata del Salmo con el que Jesús ha orado desde la Cruz (cf. Mc 15,34). Por lo que llevamos comentado de El Mesías de Händel, nos hemos dado cuenta de que casi todos los textos pertenecen al Antiguo Testamento. La mayoría de ellos, el anglicano contemporáneo de la composición del oratorio podía encontrarlos en el Book of Common Prayer, por lo que le eran familiares. Hoy en día, también lo son para los católicos -hace no demasiados años no tanto-, gracias a las lecturas bíblicas en la eucaristía en legua vernácula. Pero la familiaridad no es lo decisivo, sino que sea una palabra viva que hable del Mesías. Este Salmo además nos dice algo más. Está en boca de Jesús en la Cruz. El AT y toda la Escritura, no solamente hablan de Jesús, sino que es el mismo Jesús quien habla y lo hace de sí; por ello, como decía S. Jerónimo, el desconocimiento de la Escritura es desconocimiento de Cristo. El Salmo 22 no es solamente una palabra anticipadora de lo que le va a pasar a Jesús, sino que es la misma acción de Jesús, que es tanto como decir que es Jesús en acción. Por eso, la escucha del AT y de toda la Biblia no es solamente oír cosas sobre el Hijo de Dios, sino contemplarle a Él mismo en la fe. Para quienes vivieron antes de Jesús, el AT lanzaba hacia el futuro; para nosotros, no es simplemente un texto a cotejar, para comprobar su veracidad, con los hechos de Jesús. Es una imagen de Jesús realizada. Y tomar las palabras de Jesús, como hace el tenor, si se hace en el Espíritu, es la palabra más profunda que podemos decir sobre Él, la más íntima oración que podemos dirigir al Padre y el mejor espejo de nosotros mismos. Sí, es también un espejo de nosotros, no solamente de los que no son discípulos. ¿Qué hacemos, al pecar, sino burlarnos de Él, de que la Cruz sea salvadora y el lugar de la manifestación del poder de Dios? Y, cuando en las dificultades y adversidades, huimos desconfiando del poder de Dios, ¿qué estamos haciendo sino unirnos al rumor de los se mofan de Jesús? Continuaremos.