La palabra estigma proviene del latín ‘stigma’ e identifica las señales o marcas que aparecen en el cuerpo de algunas personas. Estas heridas son similares a las que infligieron a Jesús durante la crucifixión, y muchas de ellas aparecen en las mismas partes del cuerpo donde las recibió el Señor.
Las diversas confesiones cristianas consideran que pueden ser de origen sobrenatural, bien un don de Dios o incluso una intervención diabólica. También algunos estigmas pueden ser causados por el mismo sujeto que las porta, ya sea intencionalmente o incluso por razones de índole psicosomática; en este último caso cuando la persona en cuestión es tan religiosa que su cuerpo espontáneamente desarrolla heridas parecidas a las de los estigmas, como reacción a sus procesos mentales de auto convicción. En este estudio veremos ejemplos de cada uno de estos casos.
La gran mayoría de estigmatizados pertenecen a la Iglesia católica (un 77.88%), la cual considera dichos estigmas como auténticos y don divino cuando han sido verificados fehacientemente, tanto si son estigmas visibles como si no, sangrientos o no, permanentes o no. Los estigmas invisibles, según la Iglesia Católica, pueden producir tanto dolor como los visibles.
La Iglesia católica establece unos criterios por los que se guía para verificar si los estigmas son auténticos y, por lo tanto, don divino: Las llagas deben estar localizadas en los lugares de las cinco llagas de Cristo; esto no puede deberse ni por histeria ni por hipnotismo. Los estigmas no deben infectarse. Deben aparecer en el cuerpo mientras la persona está en éxtasis. Las llagas no pueden ceder ante ningún tratamiento médico. Los estigmas deben sangrar copiosamente y por largos períodos. Estarán acompañados por fuertes dolores, tanto físicos como morales. La falta de dolor es una mala señal que pone en duda la autenticidad de los estigmas porque, de ser auténticos, son participación de los sufrimientos de Cristo y no se pueden explicar por causantes naturales.
La Iglesia no canoniza a nadie únicamente por estar estigmatizado, sino sólo a aquellos que practican la virtud heroicamente con un gran amor a la humildad y a la Cruz.
El tipo de heridas refleja su correspondencia con la Pasión de Jesús a través de las siguientes señales: Heridas en las manos y/o en las muñecas, semejantes a las causadas por clavos o estacas. Heridas en los pies, semejantes también a las causadas por clavos o estacas. Heridas en la cabeza, semejantes a las provocadas por la Corona de espinas. Heridas en la espalda, semejantes a las del látigo en la Flagelación. Herida en un costado, semejante a la causada por una lanza.
Es de destacar el hecho de que dichas heridas son similares a las mostradas en la iconografía cristiana tradicional. Así, muchos estigmatizados suelen tener marcas en las palmas de las manos y no en el antebrazo, punto donde se clavaban los clavos a los crucificados.
Solamente se han encontrado los restos de una sola víctima de crucifixión del siglo I; las de un hombre llamado Jehohanan, quien tenía un raspón en el extremo inferior del radio derecho, lo cual indica que un clavo había penetrado entre el radio y el cúbito. Es interesante notar que se había introducido un clavo a través de los huesos del talón de un costado, lo cual indica que a Jehohanan le habían forzado a adoptar algo así como una posición de costado, bastante diferente a la imagen familiar de Jesús en el arte cristiano (Wilson, 1979, 50, illus. Fol. P. 128).
Perfil del estigmatizado
Cuando se habla acerca del fenómeno de la estigmatización la mayoría de personas identifican a los estigmatizados como miembros de la Iglesia católica y pertenecientes a alguna Orden religiosa. Sin embargo las estadísticas al respecto nos muestran datos muy curiosos.
Si partimos de la base de los 321 casos conocidos y demostrados, podemos elaborar las siguientes estadísticas:
Hombres 41 12.77% sobre el total Mujeres 280 87.23% sobre el total
Dominicos 109 22.96% sobre el total Franciscanos 102 31.78% sobre el total
Religiosos 211 65.73% sobre el total Laicos 110 34.27% sobre el total
Canonizados 63 19.63% sobre el total
Muchos estigmatizados, como Francisco de Asís, parecen haber tenido una juventud que podría definirse como notablemente mundana antes de su convencimiento del llamado de Dios. Además es característico de la mayoría de estigmatizados el padecimiento de una variedad de síntomas que van de lo místico a lo histérico.
Como ejemplo de lo anterior podemos mencionar a Margerite Parigot, conocida como Margarita del Bendito Sacramento (1619-1648), quien fue presa de devastadores ataques claramente diabólicos, mientras que Anna María Castreca (1670-1736) se lanzaba violentamente por el cuarto y su lenguaje y comportamiento volvían a ser los de una niña. Unos pocos estigmatizados recibieron supuestamente apariciones fantasmales con desórdenes atribuidos a espíritus ruidosos con travesuras de adolescentes, como en los casos de Johann Jetzer (1483-1515) y Teresa Helma Higginson (1844-1905).
La enfermedad es otra característica frecuente. Santa Liduvina (1380-1433) tenía tantas supuestas enfermedades que era una especie de museo patológico. También Therese Neumann (1898-1962) experimentó períodos de convulsiones, ceguera, sordera, mutismo, parálisis, etc., efectos que parecen haberse debido a hipocondría histérica, y los supuestos malestares evadían el diagnóstico. Dadas así las cosas, un investigador (Schnabel, 1993) notó los paralelos entre los estigmas y el Síndrome de Munchaussen, que es un trastorno emocional en que se finge o provoca enfermedades.
Aún así, otros estigmatizados a menudo caían en estado de éxtasis debido al trance que surge del fervor religioso. Después de Francisco de Asís, quien recibió los estigmas a partir de una visión de la Crucifixión de Jesús, vinieron otros como Passitea Crogi (1564-1615) quien, en el Domingo de Ramos de 1589 cayó en éxtasis y después describió una visión de Cristo golpeado y sangrante. Otros que afirmaron haber recibido sus estigmas como consecuencia de visiones espirituales fueron Johann Jetzer (1483-1515), Therese Neumann (1898-1962) y James Bruse (vive en la actualidad).
Un gran número de estigmatizados fue bendecido con otros fenómenos sobrenaturales, incluidos los poderes de profecía, sanación, levitación (efecto por el que el cuerpo se halla estable en el aire), bilocación (estar en dos lugares al mismo tiempo) e inedia (habilidad de abandonar la ingestión de alimentos). Un ejemplo de inedia lo tenemos en Ángela de Foligno (1250-1309) quien estuvo doce años sin comer. Después de muertos se descubrió que los cuerpos de algunos estigmatizados eran incorruptibles ya que no habían entrado en descomposición. Además la sangre de las heridas estigmáticas de Passitea Crogi (1564-1615), preservada en frascos, vuelve a licuarse en ocasiones.
Entre otros que pasaron de mundanos a austeros, además del conocido Francisco de Asís, podemos incluir a Ángela de Foligno (1250-1309), quien se casó y tuvo varios hijos pero los perdió a todos después del fallecimiento de su esposo. Después de vender todas sus posesiones donó a los pobres el dinero recaudado y pasó a integrar la Tercera Orden Franciscana. Otro ejemplo es el de Catalina de Génova (1447-1510) quien se casó a los 16 años, pasó diez años de su vida en búsqueda de placer hedonista y luego, junto con su marido, consagró su vida a la atención de enfermos en un hospital local.
Un ejemplo más reciente es el del sacerdote James Bruse (Virginia, Usa) quien antes de su ordenación sacerdotal fue incluido en el Libro Guiness de Records Mundiales en 1978 por haber andado en la montaña rusa durante cinco días seguidos. Se ordenó como sacerdote católico al año siguiente per más tarde advirtió que había caído en la rutina. Entonces vinieron una serie de sucesos dramáticos entre 1991 y 1992 en los cuales no sólo experimentó los estigmas, sino que descubrió estatus que lloraban en su presencia. Actualmente el Rev. James Bruse está adscrito a la Parroquia de San Francisco de Sales, en Kilmarnock, Virginia, Usa.
La existencia de los estigmas está tan bien fundamentada históricamente que, por regla general, ya ni siquiera la cuestionan los no creyentes, quienes ya solamente buscan darles una explicación natural.
La vida de los estigmatizados es una larga cadena de dolores que nacen de la divina enfermedad de los estigmas y que sólo concluyen con la muerte. Pero se trata también de una experiencia de alegría junto al dolor. El Señor es siempre el que toma la iniciativa en los casos de estigmas que no son causados humanamente. Los estigmatizados consideran estos como una inmensa gracia de la que no se sienten dignos. De hecho le piden al Señor que se la quite pues no se sienten dignos de ella.
Conforme avanzaba el siglo XIII empezaron a proliferar los casos de estigmas. En los cien años posteriores a la muerte de Francisco de Asís hubo más de veinte casos y la tendencia continuó en los siglos subsiguientes. Más de un tercio provenía de Italia y el resto mayormente de Francia, España y Portugal, lo cual demuestra que los países católicos apostólicos romanos, en su mayoría con influencia latina y mediterránea, han predominado en la historia de los estigmas.
Sin embargo, el registro de estigmatizados del siglo XX muestra un cambio en el patrón. Italia predominó un poco menos y se informaron de casos en Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos. En este último país hubo el caso de una niña afroamericana de diez años, de nombre Cloretta Robinson, perteneciente a la Iglesia Bautista en West Oakland, California, Usa, (aún viva) así como otros tres anglicanos.
Razonamientos y explicaciones
Muchas y muy diversas explicaciones se han dado acerca de casos de personas estigmatizadas. Algunos médicos, tanto católicos como librepensadores, han sostenido que las heridas pueden haber sido causadas de modo enteramente natural por la sola acción de la imaginación, aunada a emociones muy vivas y profundas. En una persona profundamente impresionada por los sufrimientos de Jesús y llena de un gran amor por El, esa preocupación actuaría físicamente reproduciendo en la persona las llagas de Cristo. Ello no disminuiría en modo alguno el mérito que esas personas tienen por aceptar la prueba, pero su causa no sería sobrenatural.
Nunca nadie ha afirmado que la imaginación puede producir heridas en un sujeto normal, aunque es cierto que dicha facultad puede actuar ligeramente en el cuerpo. En otras palabras, la imaginación puede acelerar o retardar las corrientes nerviosas, pero no hay constancia de su acción sobre los tejidos. El asunto se torna aún más difícil en individuos de condición anormal, como es en el éxtasis o la hipnosis y, a pesar de los números intentos, el hipnotismo no ha producido resultados claros. A lo mucho, y en casos extremadamente raros, ha inducido cierta exudación o un sudor más o menos coloreado, lo cual no constituye mas que una muy imperfecta imitación. Aún más, no se ha dado explicación alguna para tres factores presentes en los estigmas de los santos:
Los médicos no logran curar las heridas con ningún medicamento.
A diferencia de las heridas naturales de cierta duración, las de los estigmatizados no emiten olores fétidos. Hay una sola excepción conocida: Santa Rita de Casia (1386-1456) había recibido en su frente una herida causada por una espina arrancada de la Corona de Jesús. Aunque su olor era insoportable, la herida nunca supuró ni causó ninguna alteración mórbida de los tejidos.
A veces las heridas emitían aromas exquisitos, como en los casos de Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) y Lucía de Narni (1476-1547).
Para resumir, sólo hay un modo de probar científicamente que la imaginación o la autosugestión pueden causar los estigmas. Para ello en vez de hipótesis deben producirse hechos análogos en el orden natural; o sea, heridas no relacionadas con una idea religiosa. Hasta ahora, nunca ha ocurrido esto.
En lo tocante al flujo de sangre se ha objetado que sí se han dado casos de sudor sanguíneo, pero se ha demostrado que fueron originados por enfermedades específicas y no por causas morales. Más aún, se ha probado a través de exámenes microscópicos que el líquido rojo que se exuda no es sangre. Su color se debe a una sustancia particular y no procede de ninguna herida, sino que se debe a una dilatación de los poros de la piel.
Otra explicación de tales fenómenos es que los pacientes se causan heridas a sí mismos durante ataques de sonambulismo.
La evolución del fenómeno de los estigmas
Después de la crucifixión de Jesús alrededor del año 30, los estigmas tardarían casi doce siglos en aparecer. Sin embargo existe una críptica referencia bíblica de Pablo de Tarso en Gálatas 6:17 cuando dice: “llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús”, aunque muchos estudiosos consideran que Pablo hablaba en forma figurada. Nos damos cuenta de ello cuando en la Segunda de Corintios 4:10 el mismo Pablo nos aclara: “llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”. Este versículo da más la impresión de que Pablo se refiere a los tormentos que sufrió por parte de judíos y romanos, que a los estigmas de Cristo en sí mismos, lo cual nos confirma en Segunda de Corintios 11:24-25: “tres veces fui azotado con varas; una vez lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche en altamar”.
A pesar de que un gran porcentaje de creyentes considera que el primer estigmatizado fue Francisco de Asís (1181-1226), en realidad el primer caso en la historia es el de la beata María de Oignies (1177-1213) quien, por ser poco conocida en su época y de escasa relevancia pública, pasó prácticamente inadvertida. Ella recibió los estigmas en su cuerpo doce años antes que Francisco de Asís.
María de Oignies pertenecía a las beguinas, una asociación de mujeres contemplativas y activas que dedicaron su vida al cuidado de los enfermos y a los necesitados. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en cualquier momento para casarse.
La segunda persona en recibir los estigmas fue efectivamente Francisco de Asís (1181-1226), cuyos estigmas eran de una clase que no se ha vuelto a ver posteriormente: en las heridas de las manos y de los pies se hallaban raspaduras de carne en forma de clavos. Los de un lado tenían cabezas redondas y las del otro tenían puntas largas que se doblaban para arañar la piel. La humildad de Francisco no pudo impedir que muchos de sus hermanos en la Orden hayan sido testigos, con sus propios ojos, de la existencia de tales heridas.
A lo largo de los ocho siglos transcurridos desde la aparición del primer caso de estigmatización, ha habido muchos ocurridos a personajes tan conocidos como Catalina de Ricci (1522-1589), Margarita de Cortona (1247-1297), Catalina de Siena (1347-1380), Rita de Casia (1386-1456), Juan de Dios (1495-1550) o, más recientemente, Pío de Pietrelcina (1887-1968) y Faustina Kowalska (1905-1938).
Pero muchos otros han transcurrido de manera anónima para la gran mayoría de personas, como es el caso de Marthe Robin (1902-1987), quien se dio a conocer después de que el escritor francés Jean Guitton escribiera la experiencia de Marthe en su libro El viaje inmóvil. O María de Moerl (1812-1868) quien recibió los estigmas a la edad de 22 años y todos los jueves y viernes sus estigmas derramaban sangre muy clara, gota a gota, que permanecía seca los demás días. Y Luisa Lateau (1850-1883), quien desde sus 17 años se dedicó a atender a los enfermos de cólera de su parroquia, quienes habían sido abandonados por la mayoría de la población.
Falsas estigmatizaciones
Pero también hubo casos de falsos estigmatizados, quienes generalmente actuaban en búsqueda de fama y notoriedad, tanto en siglos pasados como en el actual. Entre ellos podemos destacar el de Magdalena de la Cruz (1487-1560), abadesa del convento de Santa Isabel de Córdoba, España, quien admitió su propio fraude.
Magdalena, natural de Aguilar y mujer religiosa con renombre de santidad, se hizo célebre en toda España después de haber pronosticado la victoria en la Batalla de Pavía (1525) y la prisión de Francisco I de Francia. Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España, vistió a su primogénito Felipe II, futuro rey de España, con el hábito de la abadesa. Magdalena de la Cruz compareció a solas ante la Inquisición en solemne auto de fe celebrado el día 3 de mayo de 1546 y confesó haber simulado un sinnúmero de arrobamientos y milagros. Los inquisidores de Córdoba le conmutaron la pena de muerte en la hoguera y optaron por recluirla de por vida en un convento de Andújar hasta su muerte, ocurrida en 1560.
Otro caso de falsa estigmatización ocurrió en el caso de María de la Visitación (1556-1587), conocida como la monja santa de Lisboa, quien fue acusada por otra monja cuando la vió pintándose una herida falsa en la mano. María de la Visitación fue llevada ante la Inquisición, donde le lavaron las heridas y la coloración desapareció.
Un nuevo fraude se presentó en el caso de Paula María Matarelli en 1556, quien no sólo exhibió los estigmas, sino que además milagrosamente hizo aparecer hostias en su lengua. El Papa Pío IX la acusó de fraude en forma privada y declaró que tenía la prueba en el cajón de su escritorio, y agregó el Papa: “Ha engañado a toda una multitud de almas pías y crédulas”.
Una condenación más pública aún aguardaba a Gigliola Giorgini (1933-1984), desacreditada por las autoridades de la Iglesia Católica en 1984, cuando una corte italiana la condenó por fraude. Parecido ocurrió con el laico italiano Giorgio Bongiovanni (1971).
La autenticidad de algunos estigmas puede cuestionarse a la luz del carácter y del comportamiento de la persona. Por ejemplo, Teresa Higginson (1844-1905), una estigmatizada inglesa, fue despedida como maestra por acusaciones de robo, embriaguez y conducta impropia. Y Berthe Mrazek, una artista de circo nacida en Bruselas, quien se convirtió en estigmatizada. Primero fue considerada con seriedad, pero las dudas llegaron en 1924 cuando fue arrestada por fraude e internada en un hospital psiquiátrico.
Se debe considerar a otros estigmatizados a la luz de su propensión al autocastigo y a la automutilación, incluyendo a la masoquista del siglo XIII Lukardis de Oberweimar (1276-1309) quien, antes de exhibir los estigmas, tenía el hábito de clavarse las uñas en las palmas de las manos. Otro caso de fraude fue el de Benedetta Carlini, (1590-1661) también conocida como la monja lesbiana, nació dentro de una familia acomodada en Toscana, durante el Renacimiento italiano. Entró en un convento a los nueve años, y a los 23 comenzó a tener visiones de la Virgen María y de ángeles guardianes. A causa de estas visiones, que eran de naturaleza religiosa y erótica, Sor Benedetta fue elegida abadesa del Convento en 1619. Estuvo en el cargo sólo hasta 1623, ya que comenzó a levantar sospechas debido a que afirmaba tener contacto directo con Cristo. Después de investigar el caso, las autoridades de la iglesia determinaron que había mentido acerca de sus visiones y estigmas, y además descubrieron evidencias de que Sor Benedetta había mantenido relaciones lésbicas con otra monja, Bartolomea, por lo que fue condenada a 35 años de prisión, una pena pequeña para la época, debido a que se consideró que había sido engañada por el diablo. La historiadora Judith C. Brown sacó a la luz el caso de Sor Benedetta, el primero de lesbianismo documentado en Occidente, con su libro Actos impuros, publicado en 1980.
Un caso reciente de estigmatización
En el año 1999 el programa Señales de Dios, de la cadena Fox, difundió los supuestos milagros de la boliviana Katya Rivas, en cuyo repertorio no sólo hubo estigmas, sino también la producción de un inusual estado delta en un EGG, o sea, la escritura automática en idiomas que ella aducía no conocer, y un centelleo de luz multicolor en una imagen de la Virgen de Guadalupe que había en su hogar. El show fue conducido por el periodista australiano Michael Willesee quien durante un accidente aéreo en 1998, volvió a abrazar la fe católica.
Katya Rivas sostuvo que había recibido un mensaje de Jesús en el que le decía que aunque ella no fuera a producir estigmas para el Viernes Santo, como se esperaba, la paciencia sería recompensada. Un mensaje posterior anunció que la estigmatización completa tendría lugar al día siguiente del Corpus Cristi. La noche anterior al día en que debían aparecer los estigmas, Katya dio una muestra de su sangre como control porque se especulaba que la sangre de los estigmas podía no ser la suya.
Llegado el momento señalado, se invitó a los espectadores a un evento que tenía toda la apariencia de haber sido organizado de antemano. Katya fue acostada de manera que las sábanas le proporcionaban un amplio escondite. Ningún médico estaba presente. Michael Willesee, el presentador de Fox, hizo un examen superficial de los pies y las manos de Katya Rivas y se refirió a las cicatrices de los estigmas anteriores. Estas se veían en sus pies pero no estaba muy claro si también había marcas anteriores en las manos.
Durante el sufrimiento, real o fingido, Katya exhibió primero marcas similares a pinchazos y sangrado en la frente, como causados por una corona de espinas, aunque al parecer no en los costados o en la parte posterior de la cabeza, lo cual sugería que las marcas eran sólo para el espectáculo. Luego se vio una marca rosada en la palma de la mano izquierda, seguida por una cruz diminuta en el dorso de la mano que, inicialmente, no tenía sangre. Luego surgieron heridas sangrientas en ambos lados de las manos y de los pies. Willesee usó algodones para obtener muestras de sangre para el análisis. Nunca apareció ninguna herida lateral ni tampoco hubo otras marcas de la Crucifixión. Al final de la experiencia, Katya exhibió los paroxismos de una agonía mortal imitativa a la Crucifixión de Jesús.
Las heridas de Katya Rivas nunca se mostraron en el momento de su surgimiento espontáneo; en cambio se fueron mostrando en imágenes sucesivas después de cada aparición, como ocurría en el caso de ser auto infringidas durante los momentos de ocultamiento. Entre otros elementos sospechosos estaba la discrepancia entre heridas de entrada y de salida, ya que las del pie izquierdo no estaban alineadas. Además, las de las palmas de las manos y las de las plantas de los pies eran, hasta donde podía verse, sólo manchas de sangre.
Más aún, no se podía distinguir que tales heridas no parecían puntazos, sino más bien cortes múltiples, incluida la cruz en el dorso de la mano izquierda y una serie de cuchilladas encima de cada pie. Los últimos estaban curiosamente en pares, como si hubieran sido causados por un instrumento de doble filo, parecido al anillo de bordes filosos en forma de cáliz, que Katya Rivas tenía puesto durante el evento.
Supuestamente, sólo 24 horas más tarde, la cámara grabó a Willesee inspeccionando las heridas de Katya. Al parecer las de las palmas de las malos y las de las plantas de los pies habían desaparecido completamente y las marcas que permanecían parecían estar en un avanzado estado de cicatrización. Willesee destacó el hecho como algo notable, aunque otra interpretación es que la desaparición de algunas heridas indicaba que nunca habían ocurrido, y que la mayoría de las marcas, sino todas, eran viejos cortes de los estigmas previamente falsificados.
Un elemento genuino del asunto fue la sangre misma que según se probó con un análisis de ADN, provenía de Katya Rivas. Desafortunadamente para Willesee, quien insistió en que la sangre podría ser de Cristo en forma parcial o total, se probó que la sangre era de Katya únicamente.
Conclusión
Definitivamente hay muchos casos de personas divinamente estigmatizadas y otras que a través de la ciencia se ha demostrado su falsedad.
Asimismo existen otros casos aún no confirmados en cuanto a su autenticidad y que siguen en revisión, principalmente en aquellos casos correspondientes al siglo XX. Como un ejemplo podemos citar los siguientes casos de estigmatización:
· Zlatko Sudac (Croacia)
· Ethel Chapman (Inglaterra)
· Heather Woods (Inglaterra)
· Gladys Herminia Quiroga de la Motta (Argentina)
· Julia Kim (Corea)
· Vincenzo Fullone (Italia)
· Jane Hunt (Inglaterra) (anglicana)
· James Bruse (Usa)
· Eleonora Zugum (Rumanía)
· George Marasco (Usa)
· Marta Rosemberg (Argentina)
· Cloretta Robinson (Usa) (bautista)
· Marthe Robin (Francia)