Antes de tener hijos, cuando oía a una madre de familia numerosa decir aquello de: "es muy fácil organizarse, los mayores se ocupan de los pequeños...", solía imaginar un totum revolutum de críos menores de diez años bañándose unos a otros, dándose de comer mutuamente y acompañándose a la cama. A la madre, me la imaginaba en algún otro rincón de la casa, superada por el trabajo del hogar, o corriendo de aquí para allá haciendo recados pendientes. Ahora que tengo cuatro hijos, puedo manifestar que nada más lejos de la realidad. Para los que, como yo hace años, no conozcáis esa experiencia, puedo aseguraros que no es exactamente así.
Cuando una madre de familia numerosa responde de esa típica forma a la no menos típica pregunta de "¿cómo os organizáis con tantos hijos?", no está queriendo decir que los niños se ocupan unos de otros mientras ella hace no se sabe qué. Cuando una madre dice que los mayores cuidan de los pequeños, lo que quiere decir (o eso creo yo desde mi experiencia) es algo muy distinto.
Quiere decir que, mientras el padre prepara las tortillas de la cena y la madre le pone un babero al pequeño (el mismo que se había caído al suelo), la bebecita que está en una hamaca rompe a llorar y su hermanita mayor exclama: "no te ´coplupes´ mamá, ya voy a moverla para que no llore". Y la chiquitina, al ver cómo se acerca su hermanita y le devuelve el chupete que se había caído al suelo, empieza a sonreír.
Quiere decir que, al llegar al parque, después de un largo día agotador, te sientas en el banco exhausta y contemplas, sin tener que levantarte, por una vez..., cómo tus hijos se columpian encantados unos a otros.
Quiere decir que, cuando un domingo por la mañana llega ese momento taaaaan idílico en que se oye por toda la casa un llanto de bebé y miras tu reloj con los ojos entreabiertos y ves que solo son las siete de la mañana, antes de que tengas que levantarte medio dormida y bostezando oyes una vocecita a tu lado que dice: "mamá, ¿puedo encender la luz de Jose para jugar con él que está llorando?". Y, pasados unos minutos, entras en el dormitorio y observas encantada que los dos están sentados en la cuna mirando un cuento.
Quiere decir que, el momento en que un niño de año y medio dice por primera vez el nombre de su hermanita, además de recibir el aplauso de sus padres, recibe también la alabanza entusiasmada de sus dos hermanas mayores.
Quiere decir que, en momentos de crisis (que también los hay) en que ves que te ha pillado el toro, que no te da tiempo de nada, que son las ocho y todavía hay dos que no se han bañado y aún está la cena por preparar, le dices a la mayor: "guapa, ve a quitarte la falda y la camiseta y métete en la ducha y cuando estés lista me avisas que te lavaré el pelo", y cuando llegas compruebas que también ha ayudado a desnudarse a la otra hermana y que las dos están listas para el enjabonado de cabezas.
Quiere decir, incluso, que -en esos mismos momentos de estrés- cuando un niño de dos años se cuela en la bañera -deliciosamente espumosa y calentita- saltándose deliberadamente el paso de quitarse pantalón, camiseta y calcetines, allí está su hermana mayor para correr en busca de su madre y avisarla: "¡mamá! ¡Jose se ha metido en la bañera con toda la ropa!".
Quiere decir que, cuando subes al coche y terminas de enganchar el maxi cosí y atar el cinturón del más pequeño (que suele ser al primero que atas por ser el escurridizo al que le gusta pasear hasta el asiento del conductor durante la ´operación subida´), das la vuelta al coche para enganchar a las otras dos y ves que ya se han ocupado de atarse entre ellas.
Ocurre que las actitudes y aptitudes que para muchos niños es necesario aprender a base de metodología y esfuerzo didáctico de los padres, en las familias de muchos miembros, se aprenden de forma natural, sin apenas esfuerzo, como cualidades que los niños perciben como imprescindibles en el marco de la convivencia y la supervivencia familiar. Para bien, en general, (aunque en ocasiones quizás podríamos desear que nuestros niños fueran, a veces, más niños y menos responsables), los niños que tienen más de un hermano, acostumbran a ser niños responsables, audaces, que se adelantan a las necesidades de los demás y que entienden la generosidad como conditio sine qua non para la convivencia feliz y armoniosa y, por lo tanto, no se plantean otra forma de ser que no esté unida a esa virtud y a muchas otras. Así, estaréis de acuerdo conmigo, es mucho más fácil de lo que parece ´organizar´ una familia numerosa.