Las primeras palabras que Jesús dirige a los Once, en el evangelio de este día de su Ascensión, son una manifestación de lo universal e ilimitado del amor divino: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación" (Mc 16,15). Jesús en su descenso a los infiernos llevó el anuncio de la salvación a todos los justos que habían muerto antes que Él. Los que eligió fueron testigos de su resurrección. Y esta Buena Noticia tiene que llegar a todos y a todo. Los Apóstoles tienen que ir hasta el último rincón de la tierra, tienen que ir por todas partes, la Iglesia tiene que seguir caminando hasta el último rincón, para proclamar el Evangelio. ¿Cuál es el límite? A toda la creación. Todo y todos tienen que recibir el anuncio. Nada tiene que quedar sin la alegría de la Resurrección de Cristo, porque todo fue afectado por el pecado. A todas las personas con las que me encuentro tengo que hacerles partícipes de la Buena Noticia, pero no solamente a ellos. En todas nuestras actividades, en todo aquello con lo que entramos en contacto tenemos que dejar la impronta de la victoria de Cristo sobre el pecado, el mal y la muerte. Y al mismo tiempo todo debería de ser para nosotros una pregunta y una llamada: ¿Me has hecho llegar el Evangelio? Las injusticias nos dicen que hay espacios que no hacen eco de la Resurrección. Los destrozos en la naturaleza nos hablan de que hay que hacer llegar también allí el anuncio de la Buena Noticia del amor de Dios. Mi pequeño mundo es un espejo que me dice si yo de verdad he creído esa Buena Noticia y vivo conforme a ella. El mundo nos dice que todavía hay muchos que no la han escuchado o que no la han creído. Esta universalidad del amor de Dios también incluye la libertad del hombre. Él nos ama y no niega nada de lo que ha creado, por eso no anula nuestra libertad. El anuncio es solamente eso, anuncio. No es imposición, no es coacción, no es forzar a nadie a nada. Las criaturas que no son libres se pliegan, no pueden no hacerlo, a la voluntad divina; el hombre puede rechazarla. El anuncio debe llegar a todo y a todos, pero esto no es garantía de que todos lo vayan a aceptar. De ahí los claroscuros con que está pintada la historia, de ahí que, a la espera de la venida en gloria del Señor, entre el trigo crezca también la cizaña. Y este envío tampoco tiene límite de tiempo. La evangelización es permanente. Siempre habrá alguien que necesite oírla y siempre necesitaré escucharla aún más a fondo.