Nuestros sufrimientos y penas pueden misteriosamente convertirse en alimento. Igual que nuestra pobreza e impotencia pueden llegar a ser sacramento y morada de Dios. Cuando todo nos sale bien y nos sentimos en lo alto de la escala del mundo, podemos fácilmente olvidarnos de Dios. Cuando sufrimos, le gritamos y Él responde: "Yo estoy aquí".
Hay una presencia de Dios en el sufrimiento que alimenta lo más profundo de nuestro ser.
Hay una presencia de Dios en el sufrimiento que alimenta lo más profundo de nuestro ser.
Jean Vanier , La Comunidad, P 210