Hubo un tiempo en que los curas emigraban dentro o fueraa de España. Cuando lo hacían en el interior era al presentarse a alguna de las muchas convocatorias abiertas en los diversos obispados para opositar a una plaza de canónigo o beneficiado en las catedrales españolas.

Eran oposiciones reñidas unas veces, amañadas otras, pero había que demostrar ante el tribunal examinador los conocimientos de teología y derecho canónico que el aspirante tenía.

En el año 1944 llegaba a Jaén, un santanderino de origen, llamado don Agustín de la Fuente González, quien ingresaba en la catedral como canónigo previa la oposición oportuna. Al poco tiempo fue nombrado Vicario General de la diócesis, profesor del Seminario, y capellán de las Hijas de la Caridad de la Gota de Leche.

Como Vicario General sirvió a dos obispos consecutivos haciéndolo con una total fidelidad. Escribió varios libros y muchos artículos en la prensa y en revistas locales y españolas.

La llegada del Concilio Vaticano II llevó a don Agustín a quedarse fuera del tiempo, aunque siempre fue un servidor fiel y prudente de su amor a la Iglesia y a Cristo.

Ya mayor, jubilado, decía Misa en el convento de San Clemente. Un día sufrió un vahído, lo ingresaron en el hospital. Allí estuve con él largo tiempo visitándolo, porque carecía de familiares directos.

Acabó muriendo un 24 de enero de 1985. Su cuerpo está enterrado en el viejo cementerio de San Eufrasio. Su biblioteca abundante está en la catedral.

El municipìo le rotuló una calle a su nombre: Monseñor De la Fuente Gonzélez, cerca del barrio donde él vivió hasta el último suspiro.

El último obispo a quien sirvió como Vicario General le consiguió en Roma el titulo honorífico de Prelado Doméstico de Su Santidad. Por esto en la calle se colocó el título a perpetuidad: Monseñor.

Descanse en paz don Agustín, hombre sencillo y cordial originario de la tierra de Santander.

Tomás de la Torre Lendínez