Una de esas pocas personas que a lo largo de la historia del pueblo judío ha recabado cierto consenso en lo relativo a su condición del esperado mesías esperado, es el judío
Simón bar Kochba, también conocido como
Simón bar Kojba, Simon bar Kokhba, Simon Chosiba o, como lo llama
Eusebio de Cesarea, Barcokebas o
Barcoqueba (en hebreo, שמעון בר כוכבא).
Su figura no es desconocida para las fuentes y bien al contrario, es objeto de amplia literatura.
Antonius Julianus llega a escribir su biografía, aunque no ha llegado a nuestros días. Las principales fuentes conocidas sobre su figura son
Dion Cassio y su
“Historia Romana”, y
Moses de Chorene y su
“Chronicon Alexandrinum”, a las que unir muchas fuentes cristianas como
Eusebio de Cesarea, San Jerónimo, Syncellos o
Paulo Orosio.
A pesar de las primeras medidas conciliadoras frente a los judíos, entre las cuales incluso el permiso para reconstruir el Templo, adoptadas por
Adriano, que heredaba de su predecesor
Trajano una situación explosiva en el escenario,
Simón se alza contra el Imperio en fecha incierta, incurriendo en guerra abierta en el año 132, es decir, sesenta y dos años después de la destrucción del Templo por las tropas del entonces general
Tito, luego emperador.
La guerra es descrita como de extrema dureza, teniendo que emplear los romanos sus mejores recursos, hasta cuatro legiones y su mejor general,
Julius Severus, venido de tan lejos como Gran Bretaña, para terminar un conflicto que pasó por cincuenta y cuatro batallas.
En cuanto a
Bar Kojba, terminará sus días en la fortaleza de Betar, no lejos de Jerusalén, último escenario de la cruenta guerra que los romanos capturan el 9 del mes judío de ab del año 135, vendiendo a los pocos supervivientes como esclavos.
El balance de la guerra no puede ser más desolador: según
Dion Casio, 580.000 judíos son exterminados y casi mil pueblos arrasados.
Adriano prohibirá muchos de los más irrenunciables ritos judíos como la circuncisión, expulsará a todos los judíos de Jerusalén, y reducirá la ciudad a cenizas para fundar en su solar una urbe nueva dedicada a
Júpiter Capitolino, bajo el nombre
Aelia Capitolina, aunque esto que muchos autores presentan como el resultado final de la guerra, bien pudo ser, en realidad, su desencadenante, según cabe extraer del propio
Dion Cassio.
En cuanto a nuestro mesías, y aunque aparentemente su nombre era
Bar Koziba o
Bar Kozba, lo que probablemente no fuera sino un toponímico que lo relacionaría con la ciudad de Chezib o Chozeba, el prestigioso rabino
Akiva ben Joseph (c.40-c.137) lo identifica como “kokab”, estrella, lo que convertiría a “bar Kokab” en “el hijo de la estrella”.
La identificación hará fortuna, tanta que el propio
Eusebio de Cesarea, hablando del líder judío, la refiere:
Mandaba entonces a los judíos uno llamado Barkokebas, que significa “estrella” [en realidad “hijo de la estrella”]
, un hombre homicida y bandido pero que por su nombre como si tratara esclavos, decía que era luz bajada para ellos desde el cielo, y con engaños mágicos hacía ver que brillaba para los maltratados” (Hist. 4, 6, 1-2).
Y con él, otros autores cristianos como
Jorge Syncellus (m. 180) en su
“Chronografia”.
Pero sobre todo, servirá como argumento definitivo de las pretensiones mesiánicas de
Bar Kochba, aducidas por el propio
Akiva, que asocia el nombre al pasaje mesiánico del libro de los
Números en el que se lee:
“Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel” (Nm. 24, 17)
Ese mismo nombre se convertirá después en motivo de burla, llamado como lo fue por el rabino
Judah I “bar Koziba”, esto es, “el hijo de la mentira”.
Eusebio de Cesarea, a quien Vd. ya conoce bien (y si no puede hacerlo pinchando aquí) reserva para
Kochba, amén de la que ya hemos citado, dos menciones en su
Historia Eclesiástica. En la primera afirma:
“La rebelión de los judíos tomaba nuevamente mayor auge y mayor extensión. Rufo, gobernador de Judea, con el refuerzo militar que le envió el Emperador y sacando partido sin piedad de sus locas temeridades, marchó contra ellos. Aniquiló en masa a miles de hombres de niños y mujeres, y al amparo de la ley de la guerra redujo sus territorios a esclavitud” (Hist. 4, 6, 1-2).
En la segunda lanza contra el líder judío una grave acusación
“En la guerra judía de ahora, Barkokebas, el cabecilla de la rebelión de los judíos, mandó que los cristianos fueran conducidos a terribles suplicios si no renegaban y blasfemaban contra Jesús el Cristo” (HistEc. 4, 8, 4).
Acusación que toma de una fuente tan próxima a los hechos como las
“Apologías” de
Justino (c.100-c.165), concretamente Ap. 31, 6, al que el propio
Eusebio nombra en el pasaje y que encontramos también en otras obras cristianas como la
“Crónica” de
San Jerónimo o la
“Historiarum Adversum Paganos Libri” de
Paulo Orosio (375-c.418). Y que, después de todo, no resulta en absoluto inverosímil en una persona a la que todas las fuentes describen como extremadamente cruel y que, como hemos visto, albergaba pretensiones mesiánicas muy evidentes, que no sólo chocan con las aducidas por cualquier otro pretendido mesías, sino que, con toda seguridad, fueron algo más que cuestionadas por los seguidores de “ese” mesías.
Y sin más por hoy, salvo desearles que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos, me despido de Vds. una vez más hasta mañana.
©L.A.
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