Una semana después de que haya salido a la luz Caritas in veritate, me parece irrisorio lanzar un comentario sobre el texto pontificio. Sobre todo, porque merece la pena leerla, mucho más que intentar suplir su análisis con comentarios más o menos acertados pero siempre incompletos. Lo que me interesa es ver cómo encaja esta encíclica dentro del Magisterio de Benedicto XVI. Porque, donde muchos han querido ver una pieza cuasi aislada y hasta políticamente izquierdista, hay mucho más. Todo un proyecto de cimentación y radicalidad. No soy un vaticanista, pero como plumilla especializado en información religiosa sí tengo mi propia visión de las enseñanzas pontificias. Y creo que lo que el Papa intenta hacer, desde el principio de su pontificado, es girar el punto de mira de la Iglesia hacia dentro. Ad intra ecclesiam, creo que se diría en latín. Benedicto XVI ha mantenido la dinámica de Juan Pablo II respecto a las Jornadas de la Juventud, los Encuentros de las Familias, los viajes apostólicos, los actos académicos, etc. Sin embargo, no le interesa tanto la evangelización de los ateos, agnósticos, alejados, paganos y rebotados, cuanto la cimentación profunda de la fe de los católicos. O más aún: como le preocupa la evangelización de los alejados, sabe que primero ha de fortalecer y radicalizar (ir a la raíz) la fe de los fieles. Claro que hemos de salir a evangelizar, piensa el Papa, pero si los católicos no estamos formados, ¿qué clase de Evangelio vamos a predicar? ¿el de la contemporización con las ideologías? ¿A qué Cristo vamos a anunciar? ¿Al hombre bueno y revolucionario que "no importa si era Dios o si resucitó porque lo que importa es su mensaje"? ¿Qué clase de Doctrina vamos a transmitir? ¿La de que la Iglesia debe aceptar el aborto y el preservativo aunque eso sea matar en un caso y cerrar las puertas a la vida en otro? ¿A qué modelos queremos seguir? ¿A los católicos Bono, Pepiño y Masiá; o a san Pablo, san Ignacio y santa Maravillas de Jesús? El Papa se ha servido de una de sus más importantes actividades pastorales para este refuerzo de la fe de los fieles. Desde 2005 hasta hoy ha dedicado varios ciclos de sus catequésis a profundizar en la vida de la Iglesia: continuó con los comentarios a los textos de la liturgia de las horas que inició Juan Pablo II; habló de los discípulos y los primeros cristianos, de los Padres de la Iglesia, de los testigos de los primeros siglos y de san Pablo, el apostol apostolorum. Y aunque veremos tras el verano qué nuevo ciclo comienza, imagino que estará dedicado a volver de nuevo la vista a los orígenes, a los modelos más puros, fuertes, firmes y ejemplarizantes de lo que supone ser cristiano. Por eso ha hablado con tanta frecuencia, claridad, valor y contundencia a los religiosos, a los sacerdotes, a los profesores y a los jóvenes. Sin huir de los temas polémicos como los abusos sexuales, la obediencia al Papa, la fidelidad a la doctrina o la crisis vocacional. Por eso le da tanto valor a la liturgia. Y a la oración personal. Y al Dios-roca firme. Y a la educación. Y a los sacerdotes, a quienes ha dedicado un año, proponiendo dos ejemplos a cuál más exhortatorio: el Cura de Ars y san Pío de Pieltreccina. Por eso, acabáramos, ha dedicado sus encíclicas a mostrar qué supone la fe en el Dios de los cristianos, que es donde encaja Caritas in veritate. Empezó por algo tan básico como definir quién es Dios (Deus caritas est). Sólo quien no se haya leído esa encíclica puede pensar que la última es la primera social del Papa. Siguió con el antídoto para el mal del siglo XXI: la falta de esperanza (Spe salvi), en la que iluminó conceptos como la vida eterna o la relación justicia-misericordia, y dio,en fin, razones de nuestra esperanza, recordando la esperanza que supone estar salvados por Cristo y esperanzando a los católicos que lo creen todo perdido. Por último, ha terminado (proseguido) con un llamamiento global a la caridad, a la acción humanitaria, al orden social, político y económico centrado en el hombre y por tanto en Dios. Hay que ser muy obtuso para decir la memez de que es un texto político, de derechas o de izquierdas: cuando el Papa habla de la Verdad lo hace de Cristo, y cuando habla de Caridad lo hace de Dios (recuerden su primera encíclica) Y por eso puede hablar del hombre, de la sociedad, del desarrollo, de la pobreza, de la economía, de la política. Porque el Papa quiere mostrar a los católicos que Dios lo empapa todo, lo cambia todo, lo renueva todo, todo lo transforma y en todo está implicado. Caritas in veritate encaja dentro de la preocupación de Benedicto XVI por dar argumentos, formación y convicción a los fieles, a fin de que que puedan hablar con propiedad de Dios y de su intervención en el mundo; para que puedan conocer, defender y propagar la doctrina de la Iglesia; para que no tengan que callar ante los ataques, conformarse con los tópicos manidos y la fe del carbonero; para que puedan salir a evangelizar con la mirada puesta en Cristo, a ejemplo de los primeros cristianos y bien enraizados en la fe de la Iglesia. De ahí a ver una encíclica socialista o un punto y a parte en la doctrina papal hay un abismo, que sólo se abre ante los ojos de los ignorantes, los mendaces y los tendenciosos. José Antonio Méndez