Vean algunos datos. Los musulmanes tienen una media de 8´1 hijos por pareja. En Francia, son musulmanes el 30% de los nacidos -y hasta los 20 años-; en Marsella, Niza o París esta cifra se eleva al 45%. Antes de 2027, uno de cada cinco franceses será musulmán. En Gran Bretaña, y en los últimos treinta años, los musulmanes han pasado de 82.000 a 2,1 millones; hay más de mil mezquitas en el país, muchas de ellas son antiguas iglesias cristianas. En los Países Bajos, la mitad de los recién nacidos son musulmanes. En Rusia, hay 23 millones de seguidores del islam. En Bélgica, son más del 25% de la población. El total europeo supera los 52 millones de musulmanes. En los Estados Unidos había 100.000 mahometanos en 1970; ahora, son 9 millones. Cabría decir que, a nivel mundial, donde más crece la Iglesia Católica menos crece el islam. Lamentablemente, no es el caso de Europa.
Lo que sucedería con una Europa islamizada es imprevisible. Los turcos otomanos fueron, quizás, más tolerantes que otros poderes islámicos. Aprovecharon el talento cristiano y judío en todos los campos del saber humano. Los actuales salvajes del ISIS proceden con una crueldad propia de épocas donde prevaleció la guerra santa.
No quisiera añadir juicios de valor. Háganlo ustedes mismos. Sí les digo, en cambio, que si yo viviese en Dresde -esa ciudad mártir, atrozmente bombardeada siguiendo órdenes de Churchill- hubiera ido a la manifestación para defender los valores del Occidente cristiano. Hoy todavía disfrutamos de este tipo de libertades; por cuánto tiempo es una cuestión que empieza a ser inquietante...