En el santoral laicista, donde la mujer barbuda ha desplazado a San Antón, Herodes es honrado como precursor de la planificación familiar, pionero del control de natalidad, artificiero de la explosión demográfica. De ahí que sea el patrón de las clínicas abortivas que anualmente pasan a legrado, cuchillo de digestivo, a millones de niños ante la mirada impávida de una sociedad que, ante la matanza, siente poco más o menos lo que Juan Valdez cuando la mosca se frota la patas en su azucarero. 
A Juan Valdez no le gusta que le mosca haya situado su campamento base en el azucarero, pero lo permite para que la mosca no se pose en el café de sobremesa. A la sociedad no le gusta que el aborto se haya convertido en la antítesis del día del niño, pero lo permite para que no la llamen facha. Como al Papa, que no es derechas, le da igual que le llamen facha ha alzado la voz en su felicitación de Nochebuena contra la política expansionista urbi et orbe del 28 de diciembre. Francisco clama así contra la perversión jurídica que otorga al supuesto derecho a decidir rango de defensa propia.