Pero para no ser nada se toman a sí mismos demasiado en serio. Tanto, que miran por encima del hombro a quienes, al desconocer las malas intenciones del helio, disfrutan de un despejado día de campo o programan con antelación sus vacaciones de verano en Benidorm. Los astrónomos, que entienden el universo como una enorme mesa de billar americano, sonríen con la suficiencia de quien cree saber que una carambola cósmica a tres bandas causará el final de los tiempos. El resto, menos engreído, más sabio, sonríe cuando mira el dedo que señala a la luna porque sabe que el dedo, el tacto de Dios, es mucho más importante que la luna.