En un documental de Discovery Max un grupo de astrónomos cinco estrellas atribuye al sol la paternidad de la raza humana y la paternidad del sol al Big Bang.  En cuanto al Big Bang, sugieren que es hijo de padre desconocido, el azar, tal vez, y madre soltera, la casualidad posiblemente. Lo que si tienen claro estos panteístas a la violeta es que dentro de cinco mil millones de años el sol, un astro en expansión, engullirá a la tierra y que cuando esto ocurra será cómo si nunca hubiéramos estado aquí. Su conclusión, pues, es que no somos nada.
Pero para no ser nada se toman a sí mismos demasiado en serio. Tanto, que miran por encima del hombro a quienes, al desconocer las malas intenciones del helio, disfrutan de un despejado día de campo o programan con antelación sus vacaciones de verano en Benidorm. Los astrónomos, que entienden el universo como una enorme mesa de billar americano, sonríen con la suficiencia de quien cree saber que una carambola cósmica a tres bandas causará el final de los tiempos. El resto, menos engreído, más sabio, sonríe cuando mira el dedo que señala a la luna porque sabe que el dedo, el tacto de Dios, es mucho más importante que la luna.