Los dioses elegidos exigen veneración y culto. El Papa lo analiza con ejemplos muy concretos: “Entonces entra la segunda fase: «No te postrará ante ellas». Los dioses exigen un culto, rituales: a ellos hay que postrarse y sacrificar todo. En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos o simplemente no teniéndolos. La belleza pide sacrificios humanos. ¡Cuántas horas delante del espejo! Ciertas personas, ciertas mujeres ¿cuánto gastan para maquillarse? También esta es una idolatría. No es malo maquillarse; pero de forma normal, no para convertirse en una diosa. La belleza pide sacrificios humanos, La fama pide inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas por útiles mayores. Pensemos en tanta gente sin trabajo. ¿Por qué? Porque, a veces, sucede que los empresarios de esa empresa, de esa compañía, han decidido despedir gente, para ganar más dinero. El ídolo del dinero… Y se arruinan vidas, se destruyen familias y se abandonan jóvenes en mano de modelos destructivos, para aumentar beneficios. También la droga es un ídolo. Cuántos jóvenes arruinan su salud, incluso la vida, adorando este ídolo de la droga”.
Los ídolos esclavizan. Prometen felicidad, pero no la dan: “Queridos hermanos y hermanas, los ídolos prometen vida, pero, en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide vida, la regala. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a amar. Dios verdadero no pide hijos, sino que dona a su Hijo por nosotros. Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente; el Dios verdadero enseña a vivir la realidad de cada día en lo concreto, no con ilusiones sobre el futuro…
»Yo os invito a pensar hoy: ¿Cuántos ídolos tengo y cuál es mi ídolo favorito?
»Porque reconocer las propias idolatrías es un don de gracia, y pone en camino del amor. De hecho, el amor es incompatible con la idolatría: si algo se convierte en absoluto e intocable, entonces es más es más importante que un cónyuge, que un hijo, o que una amistad. El apego a un objeto a una idea hace ciegos al amor. Y así para ir detrás de los ídolos, de un ídolo, podemos incluso renegar al padre, la madre, los hijos, la mujer, el esposo, la familia. … lo más querido. El apego a un objeto o una idea hace ciegos al amor. Llevad esto en el corazón: los ídolos nos roban el amor, los ídolos nos hacen ciegos al amor y para amar realmente es necesario ser libres de todo ídolo”.