DESDE BELÉN TE MANDO UNA SONRISA
Hola amigo. ¿Qué tal te van las cosas? No te quejarás mucho, pues ya estamos en Navidad, y tú sabes muy bien lo que esto supone. La Navidad es algo distinto. Parece que todo el mundo experimenta un cambio en su modo de pensar, en su estilo de vida, en sus relaciones humanas… No sé si Yo tendré que ver mucho en ello. Me imagino que para unos sí, y para otros les da igual que Yo esté por medio en estas fiestas. Quiero escribirte hoy desde Belén. Y lo hago con un cariño especial. Espero que llegues a captar bien lo que Yo siento en estos momentos.
Me acuerdo mucho de aquella noche histórica en la que nací. Mi Madre María y José habían caminado durante un tiempo por aquellos senderos polvorientos que unían Nazaret con Belén. Tuvieron que cruzar pueblos poco frecuentados por ellos. Eran unos transeúntes desconocidos. Yo iba en el vientre de Mi Madre sintiendo todas sus alegrías, sus temores, sus nerviosismos, sus esperanzas… Esperaba que naciera Yo de un momento a otro, y se le hizo largo el camino. Yo sufría en silencio por Ella, y por José que estaba un tanto preocupado. Pero por otro lado me sentía feliz al sentir su gran amor, su delicadeza, su interés por Mí, y por cada uno de ellos. Y ya antes de nacer pude vivir como ser humano lo que es el amor vivido por un matrimonio enamorado de verdad. Para ellos Dios era lo más importante de sus vidas, y como sabían quién era Yo, me protegían y me mimaban, todavía sin nacer, como lo más valioso del mundo. Nunca dejaré de agradecerles lo que hicieron conmigo. Tengo toda la eternidad por delante para darles las gracias. José sostenía a Mi Madre para que en ningún momento sufriese un percance por torpeza del borriquillo. Aunque tengo que decirte que el pobre animal hizo lo que pudo por evitar cualquier contratiempo. Parece que sabía a quién llevaba sobre sus lomos. ¡Qué simpáticos y buenos son los borriquillos! Nunca se quejan, son nobles, sufridos, humildes, obedientes…
Llegaron, o llegamos, a Belén. Tú ya sabes la historia. Yo la viví desde el claustro materno sintiendo en mi propia carne la preocupación de María y José. No había ningún lugar libre para pasar la noche. Llamaban a las puertas de las casas y nadie tenía sitio. José sudaba de nerviosismo y de dolor. María no decía nada. Bien sabía ella que nuestro destino era el más pobre de todos. Y así fue. Una sencilla cueva convertida en establo fue nuestra hospedería. Sí, precisamente allí quería nacer Yo. Porque ya desde el principio quería predicar con el ejemplo. No me había Yo encarnado para pasarlo bien. Vine para entregar toda mi vida, desde el seno materno hasta la Cruz, por todos los hombres. Muchos no lo comprendieron, y muchísimos siguen sin comprenderlo. Pero así es Dios, así soy Yo. La Navidad, la Buena Nueva debe ser esa: Dios ama mucho al hombre, te ama mucho a ti. Y por ti y por los demás hice y hago lo que ves.
El mundo estará estos días en Navidad, pero la mayoría no recibirán, o comprenderán, la Buena Nueva, la Gran Noticia. ¿Por qué? Porque no escuchan. No les intereso demasiado. Estarán tan distraídos con tantas cosas que no se acordarán, no sabrán, no entienderán lo que celebran. Yo espero que tú sí vivas la Navidad. Creo que Yo soy algo importante para ti. Y por eso desde Belén te mando esta carta. Y quiero decirte que te quiero de verdad, que todo esto no es un cuento bonito, o una historieta para niños. Para mí la Navidad primera, y todas las Navidades, no son precisamente cómodas. Sufro mucho por todos aquellos que no saben vivir en paz, por los que no dejan vivir en paz a los demás, por los que no tienen un hogar para vivir, ni una cueva para cobijarse. Me duele que en estos días, y en cualquier otro día, haya familias que no se aman, matrimonios separados, hermanos míos que no saben hacer el bien, y otros muchos que se empeñan en hacer el mal. Es para mí un dolor el no poder estar con todos disfrutando la fiesta de mi cumpleaños. Muchos celebran por todo lo alto estas fechas sin saber por qué, sin tener el detalle de felicitarme. Y entonces la Navidad se queda sólo en luces y comida, cantos y diversión, pero no tiene contenido, porque no me dejan estar con ellos, aunque sea en un rincón de la casa.
Un abrazo. Sé feliz. Oigo al borriquillo rebuznar, él también quiere cantar a su manera. ¡Hasta pronto!
Tu amigo Jesús
ORACIÓN: Ayúdame Jesús a vivir la Navidad contigo. Que el ruido y los compromisos familiares y sociales no me distraigan de lo principal. Que aprenda a hacer silencio interior para escuchar Tu mensaje y disfrutar de Tu alegría. Que así sea.
Juan García Inza