El departamento de igualdad del Gobierno canario, al recomendar no regalar juguetes sexistas en Navidad, confunde a los padres isleños, pues o todos lo son o ninguno lo es: el Lego es sexista si se utiliza para construir una réplica de la pasarela Cibeles y no lo es si forma a escala el círculo Podemos mujer liberada. La tricotosa de la señorita Pepis es sexista si sirve para iniciar a las niñas en el gusto por el punto y no lo es si tejen con ella la bandera republicana. El madelman que lava los platos mientras su novio, Mambrú, se va a la guerra, no es sexista. Y sí lo es si le monta una escena cuando vuelve de Vietnam a deshoras.
El feminismo vincula la elección de un juguete u otro a un entorno cultural machista que propicia que el niño, por lo general, se líe a balonazos, y a la niña, por lo común, compre trapitos para la Nancy. El departamento de igualdad tendría que explicar por qué considera machista que el niño remate de chilena. Y qué hay de malo en que la niña le haga la manicura a Barriguitas.  Nada, claro, pero el despropósito se entiende mejor si se tiene en cuenta que este departamento recomienda también acabar con el amor romántico porque entiende que en él se incuba la violencia contra la mujer. De lo que se deduce que en Canarias hacer ojitos es cultivar las miradas que matan.