Tradicionalmente en los días finales del Adviento la religiosidad popular ha intensificado la preparación espiritual de la Navidad. Así nacieron las Misas de Gozo, que aún se celebran en muchos lugares de nuestra geografía. Es verdad que bastantes de estas prácticas han sido víctimas del signo de los tiempos, que no invitan por cierto a la religiosidad, la austeridad, a mirar hacia dentro de uno mismo y encontrar a Dios en el silencio de la oración.
Una de las prácticas que aún perduran en ambientes muy selectos es el rezo de la Novena de Navidad. Nueve días intensivos para pensar en el Misterio que vamos a celebrar. Yo propongo a mis lectores que celebremos un Quinario a modo personal, o en familia. En estos cinco días que restan para la Navidad nos iremos fijando en los distintos protagonistas de esta sublime historia del Nacimiento de Jesús, que ocupa la primera plana de nuestro gozo popular en los belenes y Nacimientos que encontraremos en muchos rincones de nuestro entorno.
Les invito hoy a que nos fijemos en la figura entrañable de san José. Silencioso, trabajador, responsable, enamorado de María, y decididamente dispuesto a sacar adelante el plan de Dios. Sufrió mucho hasta que supo el designio del Señor sobre la Virgen. Siguió sufriendo por las muchas contrariedades que tuvo que afrontar desde el primer momento. Se convirtió en el cabeza de una familia de emigrantes en lugar extraño. Le dolió profundamente que no acogieran en lugar digno a María, que iba a ser ya madre del Redentor. No había lugar para ellos en ninguna casa. Les dieron, como se suele decir popularmente, con las puertas en las narices. Solo un establo pudo utilizar para “acomodar” a María y acoger al Niño que ya estaba entrando en el mundo.
José hizo todo lo que pudo. Y seguro que, en su pobreza, intentó que no le faltara a Jesús lo imprescindible. La noche era fría, pero procuró caldear el ambiente con su corazón lleno de amor. María lloraba de agradecimiento. Ya sabía Ella de quien se había enamorado.
Y san José nos enseña con su testimonio a preparar un lugar digno al Señor en estas Navidades. No podemos cerrarle las puertas a Dios. Bien puede ser nuestro corazón como un pequeño pesebre en donde Jesús descanse. María y él estarán entonces a nuestro lado para suplir lo que falte. José es un gran santo. El elegido por Dios para la misión más trascendente de la historia de la humanidad: acoger a todo un Dios que se hace hombre. Y por eso acudimos a él en una oración:
ORACIÓN: Querido San José, tú sabes mucho de lo que es la Navidad. Tú viviste la primera Navidad. Te pido, te pedimos, que nos ayudes a tratar a María como la mejor de las madres. Que con nuestro trabajo hagamos posible la presencia de Jesús entre nosotros. Que no nos deprimamos antes las dificultades, sino que saquemos fuerza de la fe para que los planes de Dios se puedan cumplir. Que en esta Navidad de 2014 el Señor pueda nacer en muchas familias, en todos nosotros. En ti confiamos. Amén.
Juan García Inza