Efectivamente, María fue concebida en el seno de santa Ana sin pecado original, como un privilegio que Dios le concedió en atención a los méritos de la Pasión de su hija; se puede decir que María fue “redimida antes de tiempo”. Así, María podía deshacer el pecado de Eva. Eva, una virgen concebida sin pecado original, escuchó la voz del ángel malo, y, desobedeciendo, nos trajo la perdición; y María, una virgen concebida sin pecado original, escuchó la voz del ángel bueno, y, obedeciendo, nos trajo la salvación. “La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María” (Prefacio IV de Adviento).
La Inmaculada Concepción nos recuerda que el pecado no tiene la última palabra en la vida del hombre, porque ha sido destruido definitivamente por Cristo en la Cruz. La humanidad puede ser perfectamente regenerada por la gracia de Dios, de modo que el pecado, aunque esté presente en nuestra vida, quedará destruido y borrado definitivamente, de modo que su acción en el hombre no podrá torcer el plan de Dios. Más aún, el pecado sólo hace resplandecer con más fuerza el amor y la misericordia de Dios, que hace obras aún más prodigiosas y bellas, cuanto mayor es el pecado del hombre. Madre Inmaculada: ruega por nosotros. Amén.