Servidor no es muy cinéfilo, pero sé lo suficiente del séptimo arte como para distinguir una película razonablemente buena de un coñazo con mal olor. Como yo, la mayoría de los españoles también saben reconocer lo bueno de lo miserable, y por eso la taquilla refleja cada año unas recaudaciones famélicas cuando de cine español hablamos. El sentido común nos hace pensar que la anémia cinematográfica española se debe a sus latiguillos recurrentes, esto es, historias aburridas, argumentos tendenciosos, interpretaciones poco creíbles y a que tenemos el mayor porcentaje de teta vista por película de toda Europa. Que aunque la carne suele gustar, tanta sobreabundancia termina por indigestarse. Los premios Goya, como buen catalizador del cine patrio, reflejan en sus galas los harapos con los que se viste nuestra pantalla, de tal modo que como la Academia promociona lo viscoso, sólo los mediocres optan al galardón y terminan por triunfar los infames. Silogismo simple: si la Academia promociona la basura, es la basura la que sale premiada por la Academia. Este año, la basura tiene un nombre: Camino, de Javier Fesser. A quien por cierto se la traerá al pairo que escriba sobre él. No me meto en consideraciones técnicas sobre fotografía, intérpretes revelación, giros de la trama y prosopopeyas varias. Sólo me centraré en lo que los promotores y responsables del filme esgrimieron al recoger los nosecuantos premios que se llevó. Alguno, estoy seguro, incluso de forma merecida. Jaime Roures, director general de Mediapro (productora de la película) y dueño del diario Público -ese portento de imparcialidad informativa, que no es un gratuito aunque se le parezca-, no tuvo otra cosa que decir al recoger el Goya a la mejor película que, frente al derecho a ser feliz, "para amargarnos tenemos al Opus Dei. Los sentimientos de culpa que nos inculcan de pequeños no son fáciles de erradicar”. Amén de ser una frase digna de pintarse en un autobus, su comentario me lleva a pensar que menos mal que la película sólo pretendía reflejar la verdad (como dijeron los promotores al presentar el largometraje), y no escupir una mirada tendenciosa contra la Iglesia, que si no son capaces de enrollar el guión y perseguir a mamporros al primer cura que se encuentren por la calle... El director de Camino, Javier Fesser, también subió a por su Goya al mejor Guión Original. Fue entonces cuando explicó que esa historia nació de "muchos testimonios de personas atrapadas en una institución injustamente llamada Opus Dei (Obra de Dios)”. No me aclaro: ¿pero no nació de querer buscar la verdad sin prejuicios? Con lo bien que me caía a mí este hombre después de ver El milagro de Petinto... Como aún no he visto Camino (ANUNCIO PARA LA SGAE: si la veo, será pirata. Que luego no digan que no avisé) no puedo valorarla, pero quizá se trate de otra película de coña de Fesser, como Mortadelo y Filemón. De no querer centrarse en el chiste fácil y los efectos especiales, no entiendo cómo lo que nace para contar la verdad sin suspicacias previas tiene como origen los testimonios de personas atrapadas en una institución de libre entrada y salida. Por cierto. Si yo fuera el Opus Dei le echaría reaños para poner en todo el mercado un ejemplar de la auténtica obra de san José María Escrivá, con el subtítulo "La obra en la que se inspiró la película Camino". Si ellos quieren ganar dinero a costa de la buena de Alexia, dejemos que Alexia gane almas para el cielo, a costa de las maledicencias de Fesser y Roures. La jugada sería redonda, ¿no? José Antonio Méndez