Mi hija de 17 años sale disparada por el pasillo de casa
-Cariño- le digo- ¿dónde está el fuego?
-Me voy a coger el autobús, he quedado con mis amigas a las 8
Miro el reloj y faltan 25 minutos, en esos momentos no estoy haciendo nada relevante, así que me ofrezco a llevarla en coche.
-¿Dónde vais?
- A misa.
Aunque en mi familia somos creyentes y en la medida en la que hemos podido mi señora y yo, siervos inútiles, hemos transmitido la fe a nuestros hijos, no deja de sorprenderme que un día entre semana, sin ser ninguna celebración concreta ni ninguna fecha destacada, mi hija haya quedado con las amigas para ir a misa en lugar de hacer lo propio para ir al cine o a la hamburguesería.
Me cuenta que una de las amigas dijo que le apetecía ir a misa a la iglesia del Temple de Valencia, que regentan los Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios, conocidos simplemente como “los cooperadores”, y que todas las demás se apuntaron.
La existencia de la nueva orden no deja de ser milagrosa. Para empezar que sigan surgiendo órdenes entrados en el tercer milenio no deja de sorprenderme. Que además en este caso surjan ya con vocaciones y que conecten tan bien con un sector de la población como los niños y los adolescentes, muchas veces tan dificil, es motivo de alegria.
Ciertamente la orden no ha surgido de la nada, se trata de un brote nacido de la gran familia de las Escuelas Pías, pero que pretende ser fiel al espíritu originario de San José de Calasanz. El fenómeno no es nuevo, se ha dado muchas veces a lo largo de la historia, como los capuchinos surgidos de los franciscanos, por ejemplo, y como todo parto ha tenido sus dolores incluidos, por muy hermosa que sea la critaura, aunque parece como era de esperar que estos se van mitigando poco a poco con la andadura de la nueva realidad. Un servidor, dada su situación personal, no estuvo en el paritorio, así que desconozco los detalles, pero sí que estuve en la sala de espera y algún grito de dolor me llegó.
Ya que voy, decido quedarme yo también en misa. Me sorprende la cantidad de personas en la asamblea, cerca de un centenar, más que en las misas dominicales de muchos templos de la ciudad, y cerca de la mitad son jóvenes. Casi todos ellos han participado en alguna de las actividades que los cooperadores han organizado este verano, como la peregrinación al monasterio de Santo Toribio de Liébana y que tan honda huella ha dejado en mi hija. La misa, pese a ser de diario (de feria, como se dice con propiedad) es pausada, con profusión de cantos y una homilia rica y extensa, nada que ver con las misas exprés de 20 minutos.
Los Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios han cumplido no hace mucho tres años de su existencia “oficial” pero les sigue faltando un instrumento fundamental para llevar a cabo su carisma: un colegio. Su vocación, según el espíritu calasancio, es el de la docencia. Erigir un colegio nuevo en las fechas que corren parece tarea imposible y poder regentar alguno ya existente no resultaría mucho más fácil. Sea como sea tienen puesta su confianza en la providencia y esperan que este no tarde en llegar.
Y eso tampoco les ha impedido desarrollar una labor pastoral inmensa en las parroquias que les han sido confiadas con oratorios y clases de refuerzo escolar (fieles al espíritu de "piedad y letras" de Calasanz) y recientemente un pequeño grupo de ellos han cruzado el charco a petición del obispo del lugar para regir una parroquia y su colegio adscrito en el Perú.