Al hombre y desde luego a la mujer…, en dosis superior, les subyuga la belleza que pueden contemplar los ojos materiales de su cara, que es lo que denominamos el mundo visible, que se ilumina con luz material sea esta del sol, la luna, las estrellas, o la luz artificial de la electricidad. Pero existe otra belleza desconocida para nosotros y quizás sólo vislumbrada por los frutos que ella produce. Me estoy refiriendo a la que existe y se genera en el mundo invisible para los ojos de nuestra cara. Es esta una belleza que ahora no vemos, porque ella solo podremos verla con los ojos de nuestra alma, cuando sean iluminados por la luz divina.
Es una condición divina la de, amar la variedad dentro de la esencia de su simplicidad, exteriormente todos los seres humanos somos diferentes, no existen dos iguales y somos diferentes no solo en nuestro aspecto exterior, sino también en el aspecto material interior de nuestros cuerpos, todos nuestros órganos interiores son también diferentes, lo son en todo, pero sobre todo en su rendimiento funcional. Sobre esto los médicos están muy al tanto y de lo que son predisposiciones genéticas de las personas, las cuales unos llegan a sobrepasar los cien diez años y otros apenas duran unos minutos después de habérsele cortado el cordón umbilical.
Y otro tanto igual les pasa a los animales y a las plantas, si nos fijamos bien y somos entendidos en el tema, veremos que no hay dos caballos, dos perros o dos gatos iguales y otro tanto le pasan a las plantas y a los árboles, no hay dos iguales, pero es más, en los árboles no existen dos hojas iguales del mismo árbol, los botánicos saben bien de esto, Realmente a todos los seres vivientes somos distintos incluso dentro de sus mismas especies, todo esto no es más que una expresión de lo que es y representa la grandeza de Dios.
Nacemos de una forma y con unas características físicas determinada y así nos quedamos para toda la vida, aunque si existen unos cambios de acuerdo con las edades, pero en general el que nace feo se queda feo hasta que se muere y la que nace guapa se queda guapa para todo la vida, Aunque muy modernamente por parte de la cirugía, se realizan ligeros retoques contra natura, que puedan hacer y hacen algunos los médicos de cirugía estética y también los cirujanos, que nos pongan en orden nuestras vísceras, la verdad es que como nacemos nos morimos un poco modificados.
Pero esto no es así, en el mundo de lo espiritual invisible. En las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre el comendador de Ocaña, escribía el autor: “Si fuese en nuestro poder/ tornar la cara fermosa/ corporal, como podemos hazer/ el ánima gloriosa angelical,/ ¡qué diligencia tan viva/ tuviéramos toda hora,/ y tan presta,/ en componer la cativa,/ dexándonos la señora/ descompuesta!”
En el mundo invisible para nuestros ojo corporales, la belleza o la repugnancia que puede originar un alma, en gracias de Dios o en manos de satanás, es inimaginable para nosotros, si pudiésemos contemplarlas, como ya ante hemos escrito, con los ojos de nuestra alma, cuando ellos estén iluminados por la luz divina. Tanto los ojos corporales de nuestro cuerpo como los ojos de nuestra alma, ambos necesitan para, ver el que se les ilumine lo que ello quien ver. De nada nos valen los ojos de nuestra cara si estamos sumidos en tinieblas. Si los ojos de nuestra cara son materia corporal, es lo suyo y lo lógico que la luz que les ilumine, pertenezca al mismo orden material, como es la luz que produce el sol por una continua combustión interna. Y si se trata de un elemento invisible para nuestros ojos corporales como son nuestros propios ojos de nuestra propia alma, elementos pertenecientes al superior orden del espíritu, se necesitara que ellos sean iluminados con una luz espiritual, cual es la luz que emana del Rostro de Dios mismo.
El Señor nos dejó dicho: “12 Jesús les habló otra vez diciendo: « Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8,12). Y esta es la luz que necesitan los ojos de nuestra alma. Cuanto más busquemos y con más amor el cumplimiento de su voluntad, ms nos iremos acercándonos más a la luz divina, a esa luz que emana del rostro de Dios y que los tres apóstoles Pedro, Juan y Santiago, conocieron en la Transfiguración del Thabor, vieron la luz pero no el Rostro de Dios aunque si oyeron sus palabras, semejantes a las que también pronunció Dios en el Jordán cuando fue el bautizo del Señor. En el Thabor sucedió: “5 Aun estaba el hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle. 6 Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro sobrecogidos de gran temor. 7 Jesús se acercó, y tocándolos dijo: Levantaos, no temáis. 8 Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie, sino solo a Jesús”. (Mt 17,1-9).
Ningún ser humano viviente ha viso el Rostro de Dios, San Juan en su evangelio nos dice: “A Dios nadie le vio jamás; Dios unigénito que está en el seno del Padre, ese le ha dado a conocer”. (Jn 1,18). Y el Señor más claramente nos dejó dicho: “27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo”. (Mt 11, 27).
Hay mucho equívoco entre visiones divinas y real visión del Rostro de Dios, o el tema de las apariciones. Santa Teresa de Jesús confiesa en sus escritos que lo suyo eran visiones y en una de ellas: “Dice Santa Teresa, en una visión sublime, le mostró Nuestro Señor Jesucristo nada más que una de sus manos glorificadas. Y decía que la luz del sol es fea y apagada comparada con el resplandor de la mano glorificada de Nuestro Señor Jesucristo. Y añade que ese resplandor con ser intensísimo, no molesta, no daña la vista, sino que, al contrario, la llena de gozo y de deleite”
El hecho de ver o contemplar la luz divina no significa ver a Dios, ni Santa Teresa ni los tres apóstoles vieron a Dios en el Thabor, ni tampoco San Agustín que nos dice: “Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo pensé en mi interior, siendo tú ni guía y ello me fue posible, porque tú Señor me socorriste. Entré y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no era esa luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que lo llenaba todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la Verdad”.
Si el desarrollo de nuestra vida espiritual es deficiente, también será deficiente la capacidad de visión de nuestros ojos del alma y deficientemente, podremos ver en el más allá, el Rostro de Dios y tener pleno conocimiento de Él, que precisamente, es en esto en lo que consiste la plenitud de la gloria.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
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- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
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- Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=v
- Libro. CONVERSACIONES CON MI DEMONIO.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461650880
- 015v.- El camino hacia la Luz 19-06-09
- 338v.- ¿Caminar en la luz o caminar en tinieblas? 08-04-11
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La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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