En este movimiento de exaltación del gran artista florentino que es Leonardo Da Vinci, convertido en idolillo pseudosagrado al que se adjudican todos los inventos de la Historia, uno de los logros que se le atribuyen es el de las primeras disecciones humanas. Y todo el mundo se lo imagina buscando cadáveres por los cementerios; pagando cantidades ingentes a los sepultureros para comprar su silencio; llevándose con la ayuda de un bello jovenzuelo el fiambre en una carroza camuflada; y diseccionándolo a altas horas de la madrugada, a la luz de una vela solitaria y con las ventanas bien cerradas, para no despertar las sospechas de los muchos agentes que pueblan las calles, todos ellos a sueldo de la Santa Inquisición. ¿A que sí, a que es así como se lo imaginaba Vd.?

            Pues bien, no, Leonardo no fue el primero. Pero no es que no lo fuera por un poco, es que no lo fue… ni de lejos. Ni la cosa era tan novelesca.

            Sin entrar en los verdaderos trabajos de disección que ya representaban las técnicas de momificación y conservación de cadáveres practicadas en Egipto, en Asia, y hasta en la América prehispánica, ya el griego Hipócrates (460-­377 a.C.), considerado el padre de la medicina, y al que se atribuye el juramento que ha de realizar todo médico para ejercer la ciencia, era capaz de distinguir entre tendones, nervios, huesos y cartílagos… de alguna manera lo conseguiría.

             Consta que Herófilo, hacia el año 304 a.C., practicaba la disección de cadáveres, hasta el punto de que la propia ciencia “anatomía” que practicaba no significa otra cosa que “cortar hacia arriba” en griego, de ἀνά [aná], “hacia arriba”, y τέμνειν [témnein], “cortar”. Herófilo separa y analiza partes como el cerebro y sus meninges, los nervios, las arterias, los vasos lácteos, el duodeno, la próstata, etc.

             En tiempos del faraón que inaugura la dinastía tolemaica que deja en Egipto Alejandro Magno, Ptolomeo I Sóter, se abre en 280 a. C. su famoso “Museion” (museo) para el patrocinio de artes y ciencias, con un laboratorio anatómico.

             Se sabe que el médico romano Claudio Galeno (130­-200 d.C.) realizaba disecciones. De hecho, se le atribuye ser el primero en practicar la vivisección, que, como la propia palabra indica, no es otra cosa que la disección de un animal aún vivo.

             Durante el Alto Medievo, ya que al parecer no en la Europa cristiana, es muy posible que practicaran disecciones los grandes médicos orientales musulmanes, como los persas Rhamzés (850­-922 ), fundador del Hospital de Bagdad, y Abu Alí Ibn Sin (Avicena) (980-1037); y también los cordobeses, como Abulcasis (936-1013) y Averroes (1126-1198).

            En la Escuela de Salerno, en el sur de Italia, junto a Nápoles, cuyos orígenes no están muy claros pero remontan en todo caso al s. X, sancionada oficialmente por el emperador Federico II en 1231, se conoce la autorización para practicar una disección cada cinco años, y poco después hasta dos al año. De la Escuela de Salerno sale el tratado “Anatomía Porci”, anatomía del cerdo, del médico Cofo. 

             Personalmente, no descarto que incluso en el propio Vaticano, el mismo papa Pedro Juliao (1215-1277), más conocido como Pedro Hispano, Juan XXI, no realizara disecciones en el laboratorio secreto que tenía junto a sus estancias, al que se retiraba con toda la frecuencia que sus asuntos se lo permitían, y en el que, por cierto, terminaría hallando la muerte de manera un tanto abrupta, al caérsele el laboratorio encima.

             En Europa, en el siglo XIII se abren las primeras universidades con una facultad separada de medicina, constando la realización de disecciones humanas tanto en las  italianas como en las francesas. Es más, el boloñés Mondino de Luzzi (1276­-1326), llamado “el restaurador de la anatomía” y autor del libro “Anatomía”, no sólo practica disecciones humanas, sino que lo hace en público, en la Escuela de Bolonia.

               En 1391, el Estudio Ilerdense obtiene licencia del rey de Aragón Juan I para recibir y operar sobre el cadáver de un condenado cada tres años, una licencia que Martín I de Aragón amplia a dos ahorcados al año, eso sí, con una condición, faltaría más: "que no sean oriundos de Barcelona".

             Parece que es en Viena donde, en 1404, se practica la primera autopsia, que no deja de ser una forma de disección, con presencia de público.

 

Anfiteatro anatómico de Padua

 

             En Padua, -tenía Leonardo 38 años cuando esto ocurría- se construye en 1490 el primer anfiteatro anatómico. Imagínese Vd. una mesa central sobre la cual se realizaba la disección del cuerpo, humano o no, rodeada de gradas dispuestas de modo circular o elíptico, desde las cuales, los estudiantes observaban la demostración.

             También en Padua, no tanto después, Vesalio (1514­-1565), médico de cámara de los Habsburgo españoles, el emperador Carlos V, el rey Felipe II, realiza disecciones públicas y escribe  su estudio anatómico “De humani corporis fabrica”, sobre la base de las disecciones que practicaba, con dibujos bien explícitos (como el que puede Vd. admirar al inicio de este artículo, obra de van Calcar, procedente de su libro).

             Contemporáneos de Vesalio son los españoles Andrés Laguna (1499-1560), médico que fue del Papa Julio III así como de los monarcas hispanos Carlos I y Felipe II y autor de la obra de elocuente título: "Anaptonica methodus seu de sectione humani corporis" (método anatómico para el corte del cuerpo humano); y Juan Valverde Amusco, autor de la obra "Historia de la composición del cuerpo humano" (1556).

             En 1576, de mano de los médicos españoles, en tiempos del virrey Martín Henríquez, las disecciones llegan a América. Consta de su práctica en el hospital mejicano de San José de los Naturales, un hospital básicamente para indios.

             Sí, parece que Leonardo diseccionó algunas decenas de cadáveres humanos, -él mismo, que pocas veces se cohíbe al alabar sus méritos, se jacta de haber abierto más de treinta- pero, como se ve, no es el primero. Seguramente adquirió el gusto por la práctica en las lecciones que ya daban los médicos por entonces.

             La habilidad de Leonardo con el dibujo le permitirá dejar un testimonio gráfico como no se conocía hasta la fecha. Y ese mérito no cabe discutírselo. Pero el primero no fue, ni muchísimo menos. Su prometido tratado anatómico, según los leonardistas, “habría sido” la obra de anatomía más importante de todos los tiempos… sólo que, como el avión, como el submarino, como el tanque, como los palacios en Francia, como tantas cosas, Leonardo no lo hizo, sólo "lo habría hecho": el condicional se conjuga mucho cuando de Leonardo se trata.

             Por no ser, no fue Leonardo, ni siquiera, el único artista de su época que realizó disecciones, algo que abona la afirmación que hace alguien tan autorizado como Vesalio:

             "No me tomo la molestia de preocuparme de los pintores y escultores que se amontonan en mis disecciones".

             Los cuales, además, debían de comportarse con intolerable altanería, cuando el gran anatomista tiene que añadir:

             "Ni, pese a sus aires de superioridad, me siento menos que ellos".

             De hecho, consta que también las estuvo haciendo, durante veinte años como poco, el verdadero genio del Renacimiento, Miguel Angel, cosa que hizo en el convento de Sancto Spirito de Florencia y fuera de él. 

             Esta y otras muchas noticias de una semana tan especial como aquélla en la que estamos se las contamos a Vds. en nuestro programa de Radio María “Esta no es una Semana Cualquiera” (al que puede acceder Vd., si lo desea, pinchando aquí).

             Que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos.

 

 

            Este artículo está en deuda con las doctoras Clara García Barrios, Idania Mejías Rodríguez, Marieta Castillo del Río, autoras del trabajo “Origen e historia de la disección anatómica”

  

            ©L.A.

            Si desea ponerse en contacto con el autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB