Hace algún tiempo me dijo una consagrada: ¿Por qué no escribe sobre vocaciones? Lo pensé y, efectivamente, creo que sería bueno escribir, sobre este tema. Vamos allá.
Esto que estoy escribiendo viene a ser como una introducción de lo que pienso escribir. Podrá ser una buena ayuda a los jóvenes que van madurando su vocación, bien sea que hayan ingresado ya en el seminario o en el noviciado, bien que puedan estar pensando en ello o, sencillamente que la lectura de alguno de estos artículos les pueda ayudar a plantearse si su camino puede ser la dedicación en exclusiva al Señor.
Desde hace unos años he escrito mucho sobre el problema vocacional. Como el problema continúa y nos seguimos quejando de la escasez de las vocaciones, pienso que será bueno compartir mis reflexiones sobre las vocaciones, aunque, bien pensado, no es que no haya vocaciones, sino lo que no hay son respuestas positivas a las llamadas.
Creo que vale la pena indicar algunos temas que siempre pueden ser de actualidad. Pienso en temas como: Qué es eso de tener vocación; ¿Tienes vocación?; ¿Hay distintas clases de vocación? ¿Te cuento mi vocación? Sal de tu tierra; Caminando por caminos de vida; La vocación de la Virgen; Distintas personas que se encuentran con Jesús, etc…
Unos temas serán nuevos; otros, pienso seleccionarlos de un librito que publiqué por los años 90 del que rápidamente se hicieron dos ediciones: “Stop. Cristo en tu camino”; por cierto, que tanto éste, como la mayoría de los que he escrito, me los están preparando para publicarlos en internet. Lo avisaré tan pronto como me los vayan incluyendo.
TEMA 1 A LA ESCUCHA DE LA PALABRA
No hace mucho, leíamos en la liturgia de la misa dos textos que pueden ayudarnos en nuestra reflexión.
El primero trata de la pesca milagrosa. Quizá muchos sacerdotes se vean retratados en Pedro cuando oye de Jesús aquello de bogar mar adentro y de echar las redes, después de haber pasado toda la noche pescando sin conseguir nada. "Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.»" (Lc. 5, 4-5).
También hoy resuenan, dichas de manera especial a los sacerdotes, pescadores de hombres, las mismas palabras dichas a Pedro, pescador de peces y después, pescador de hombres: “Bogad mar adentro y echad las redes”.
Pero hay quienes se pueden preguntar ¡lo hemos hecho tantas veces! Quizá muchos están un poco cansados o desanimados. Quizá no se atrevan a meterse mar adentro; gusta más no perder de vista la orilla; se quieren palpar seguridades. Sin embargo, Jesús sigue invitando a meterse mar adentro confiando únicamente en Él.
Es posible que hayan echado las redes pero quizá no en el nombre del Señor. El fruto, lógicamente, habrá sido nulo. Y es que no hay fruto apostólico sin actuar en el nombre del Señor.
El segundo texto es de Isaías: “Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré? ¿Y quién irá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí: envíame»". (Is. 6, 8)
Recordando el sí de la ordenación o de la consagración, somos conscientes de que, cuando el Señor buscaba mensajeros que, en su nombre, hiciesen resonar por todo el mundo la Buena Nueva, muchos, al escuchar de sus labios las mismas palabras que escuchó Isaías "...a quién enviaré", se adelantasen con decisión y le dijesen con el profeta: "aquí estoy; envíame".
A partir del momento en que uno responde positivamente a esa invitación, empieza la propia historia sacerdotal: ilusiones, éxitos, alegrías, fracasos, trabajo, cansancio, ilusión... ¡tantas cosas!
Y empezó la historia vocacional ingresando en el seminario. Quienes ingresamos nos sentíamos acompañados por los hermanos sacerdotes; íbamos al seminario como a nuestra casa; estaba repleto de seminaristas, algunos, de nuestras mismas parroquias. Los sacerdotes mayores sentían la alegría de que alguien tomaría de sus manos el testigo. Veían que su sacerdocio se continuaba...
Pero poco a poco, las vocaciones fueron descendiendo, el seminario quedó casi vacío, en nuestras parroquias y en nuestros ambientes apenas se hablaba de la vocación sacerdotal y de las vocaciones consagradas; y se repetía aquello del profeta: "... llamé y nadie respondió, hablé y no escucharon". (Is. 66, 4). En la misma situación se encontraban las casas de formación para la vida consagrada. Ahora, gracias a Dios, parece que se va recuperado, aunque poquito a poco.
Es cierto que la situación en la que nos encontramos en nuestra sociedad no es agradable ni cómoda para un evangelizador. En Hispano América, el pueblo, sobre todo la gente pobre y sencilla, está pidiendo el Evangelio; demuestran que tienen hambre de Dios. Aquí a veces tenemos la sensación de estar ofreciendo un producto que a nadie interesa. Sólo la fe nos ha de mantener la ilusión sacerdotal y apostólica. No es fácil trabajar por el Señor cuando vemos que no se produce fruto; y es esto lo que estamos viendo en nuestra sociedad.
No es extraño que, a veces, haya un poco de desilusión, como la hubo en los apóstoles después de haber estado pescando toda la noche sin coger nada. A pesar de su desilusión, Jesús les dice que vuelvan a echar la red. Es lo mismo que hoy pueda decir a los dedicados a evangelizar a pesar de la desilusión que se pueda tener al no ver el fruto apostólico deseado. La respuesta creo que debe ser la misma que la de Pedro: "« Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes. »" (Lc. 5, 5). Ahí está la clave: en tu Palabra.
Seguiremos con un segundo tema: “En qué consiste eso de tener vocación?
José Gea