Desde mi responsabilidad como consultor en catholic.net, acerca de Movimientos eclesiales, estoy entrevistando a algunos responsables de dichos grupos cristianos. En cada uno de ellos descubro una verdadera pasión por comunicar la riqueza de los dones del Espíritu, desde la vocación a la que han sido llamados, con plena alegría y sencillez, en su tarea evangelizadora.
Me ha gustado mucho el discurso que pronunció el Papa Francisco con ocasión del III Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y de las Nuevas Comunidades, celebrado en Roma del 20 al 22 de noviembre pasado, que tuvo como lema: "La alegría del Evangelio: una alegría misionera". Nos hizo tres sugerencias para el camino de fe y vida eclesial: preservar la frescura del carisma, un acompañamiento paciente a los jóvenes (que respete la libertad y el tiempo de todos) y no olvidar nunca la comunión, impronta del Espíritu Santo.
En ese último punto, el Papa nos mostraba la importancia de la comunión a los que vivimos desde esas realidades eclesiales nuestra fe: la comunión es necesaria entre los cristianos para que el mundo crea que Jesús es el Señor; la comunión es verdadera si la comunidad está integrada en la Santa Madre Iglesia Jerárquica; y la comunión es completa si se afrontan juntos y unidos las cuestiones importantes de la vida.
Y al finalizar dijo:
“Queridos hermanos y hermanas, ya han aportado tantos frutos a la Iglesia y al mundo entero. Podrán brindar otros aún más grandes, con la ayuda del Espíritu Santo, que suscita y renueva siempre dones y carismas, y por medio de la intercesión de María que no cesa de socorrer y acompañar a sus hijos. Adelante, siempre en movimiento…nunca se detengan, ¡sigan en movimiento! Les aseguro mi oración por ustedes y les pido que oren por mí – la necesito mucho, de verdad – y de corazón imparto a cada uno la Bendición Apostólica.”
Estamos en el tiempo del Espíritu, de los carismas, por ello es preciso ya desde ahora ponernos en movimiento, y mostrarlo andando con una espera activa por este Adviento. Es preciso que estemos más unidos, que nos sintamos y seamos más hermanos, que vivamos más la filiación debida a un Padre que nos llama a la conversión, y que sea verdadera la fraternidad entre nosotros con Quien nos hace cada día uno en Jesucristo. Y todo, no se nos olvide, con la alegría como motor de nuestro camino.