Aunque la izquierda española refrendará en masa a Pablo Iglesias, el macho alfa sabe que para gobernar necesita convencer a quien no comparte que Venezuela sea el paradigma universal del buen gobierno. Al católico inadvertido, por ejemplo. Lo que explica sus elogios al Santo Padre, cuya intervención en el Parlamento Europeo ha sido considerada por Iglesias como un refrendo al programa económico de Podemos, de lo que se deduce que debe de creer también que la multiplicación de los panes y los peces fue, por lo que tiene de de milagro social, la gran contribución de Jesús al marxismo.
Pablo Iglesias, que quiere conocer al Papa no más que para que el Papa le conozca a él, está convencido de que tienen muchas cosas en común. No creo que entre ellas se encuentre la supresión de la enseñanza concertada católica ni la apuesta por el legrado. De modo que, de entrada, en lo programático habría desacuerdo. Y, de salida, tampoco compartirían discurso: no es lo mismo decir que Dios no se cansa de perdonar, que alegrarse de que el miedo cambie de bando. En otras palabras, mientras Francisco defiende el corazón contento, Iglesias apuesta por el nudo en el estómago.