Ahora que con motivo de la muerte de su hija Cayetana tanto estamos hablando también de él, el Duque de Alba, les voy a contar una curiosa anécdota que a mí me contó, a su vez, un singular profesor de inglés que tuve hace ya muchos años: Mister Byrlain. Daba clases de conversación en un pequeño y lúgubre sótano en algún lugar de Madrid de cuyo nombre no puedo acordarme, pero era un hombre muy especial, capaz de entretener en inglés a promociones enteras de madrileños, por un precio más que conveniente.
Pues bien, D. Jacobo Fitz James Stuart, XVII Duque de Alba y padre de Cayetana, que había pasado en Inglaterra la Guerra Civil, era desde el 8 de marzo de 1939 el embajador de España ante el Reino Unido, en sustitución de Pablo Azcárate, nombrado por el Gobierno republicano.
En plena guerra mundial, se hallaba el Duque en la Cámara de los Comunes escuchando las deliberaciones del divertido y glamouroso órgano de gobierno británico. El que hablaba era nada menos que Winston Churchill, y sobre quien hablaba, nada menos que Franco. Nada bueno debía estar diciendo el británico sobre el gobierno español, porque el Duque levantó su portentosa figura sin ahorrar aspavientos, abrió la puerta de salida y golpeándola sin miramiento ni comedimiento algunos, abandonó la cámara de manera tan ruidosa como pudo y tan ostentosa como fue capaz. Parece ser que D. Winston levantó la mirada y resignadamente dijo algo parecido a lo siguiente:
- ¡Menudo carácter el de mi primo!
Afirmación que nada tenía de gratuita, pues aparte de que el Duque debía de poseer, efectivamente, su carácter, unía a su familia con la del premier británico un tan lejano como poco conocido parentesco, derivado de que, al fin y a la postre, los Fitz James Stuart (16331701) llamados a ser los titulares de la casa de Alba, no proceden sino de los amoríos de un rey, Jacobo II Estuardo, con "una tal" Arabella Churchill.
Pocos días después, volvía a la cámara el premier británico, y junto a él, como su sombra, una vez más la enjuta y portentosa figura del ducal embajador español, siempre atento a toda palabra del premier que pudiera afectar a los intereses y al honor de nuestra patria. Esta vez, el inefable D. Winston debió de explayarse con mayor benevolencia sobre el gobierno español, así que terminado que hubo sus palabras, volvió a mirar hacia el estrado en el que se hallaba sentado D. Jacobo Fitz James Stuart para decirle, probablemente con un enorme puro en la boca, como D. Winston acostumbraba a decir las cosas importantes, algo así como lo siguiente:
- ¿Te ha gustado más esta vez, primo?
Y sin más por hoy sino esta divertida anécdota con la que espero hayan pasado un ratito agradable antes de que mañana continuemos con las enjundiosas cuestiones que nos ocupan en esta columna, les despido una vez más, deseándoles como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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