El libro existe pero su autor, Manuel Nunes Formigâo, falleció el 30 de junio de 1958 en olor de santidad. De hecho, en abril de 2005 quedó clausurado su proceso diocesano de canonización, abierto en septiembre de 2001.
 
Y la frase de ese libro que nos interesa subrayar, como enseguida veremos, reviste una enorme importancia para las apariciones marianas de Garabandal pues, de ser cierta, avalaría sin duda la autenticidad de las mismas más allá de los testimonios favorables del Padre Pío, Santa Maravillas de Jesús o la beata Teresa de Calcuta, dado que aquellas palabras se atribuyen a la mismísima Virgen de Fátima.
 
Permítame el lector que añada ahora unas breves pinceladas del doctor Formigâo, que contribuirán si cabe a otorgar mayor veracidad a la frase que él mismo estampó para la posteridad, puesta en boca como digo de la Santísima Virgen, en su obra Os episodios maravilhosos de Fátima, publicada en junio de 1921 con el imprimatur del Obispo de Leiria y traducida al holandés en mayo de 1931.
 
Pues bien, desde primeros de febrero de 1920, el doctor Formigâo mantuvo una asidua y estrecha convivencia con las videntes de Fátima, Lucía y Jacinta, preocupado por la salud de la segunda, quien de hecho falleció poco después, el día 20. Recordemos que el tercer vidente, Francisco Martos, había muerto ya el 4 de abril del año anterior.
 
Fallecida Jacinta, Formigâo veló sin desmayo por la educación de Lucía, la cual empezó a pasar temporadas por indicación suya fuera de Fátima, como en la casa lisboeta de María de la Asunción Ribeiro Avelar.
 
En mayo de 1922, el doctor Formigâo fue elegido miembro de la Comisión para el Proceso Canónico de Fátima y tres años después, el 25 de agosto de 1925, Lucía le agradeció en una carta la admirable caridad practicada con ella.
 
Al año siguiente, Formigâo fundó la Congregación de la Religiosas Reparadoras de Nuestra Señora de los Dolores de Fátima. No en vano, poco antes de fallecer Jacinta había revelado a Formigâo el mensaje que la Virgen le había dado para él: la necesidad de fundar una Congregación para reparar los graves pecados contra Dios.

En octubre de 1928, el doctor asistió en Tuy a la primera profesión religiosa de Lucía de Jesús (la vidente Lucía) y mantuvo otra conversación privada con ella.
 
Finalmente, en abril de 1930, Formigâo entregó al obispo de Leiria el Relatorio de la Comisión Canónica sobre las Apariciones de Fátima, aprobado por unanimidad.
 
¿Y por qué estos apuntes biográficos de un desconocido para el gran público? Sencillamente, porque como decía el cardenal patriarca Antonio Ribeiro en 1993, aludiendo a Formigâo: “Sin él, Fátima no sería lo que es hoy”.
 
Ahora sí, ha llegado el momento de transcribir la frase de despedida pronunciada por la Virgen de Fátima a los videntes Lucía, Jacinta y Francisco, y autentificada por el propio Formigâo en su obra ya citada. Dice así, en portugués:Até Sao Sebastiao da Hespanha”. En castellano: “Hasta San Sebastián [de Garabandal] de España”.
 
Se trata de una aldea rural del municipio cántabro de Rionansa, en la sierra de Peña Sagra, a la que sus propios vecinos aluden simplemente como San Sebastián, su patrón

La despedida mariana pudo ser así en realidad el anuncio de un nuevo encuentro: las apariciones de San Sebastián de Garabandal en España, cuarenta y tres años después.

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