Estuve en Bullas (Murcia) en el solemne Funeral por los catorce muertos en accidente de tráfico, entre ellos el cura párroco de la localidad, D. Miguel Conesa.  No hay que esforzarse mucho para afirmar que el panorama era impresionante. Catorce féretros ante el altar improvisado en el polideportivo local. Catorce familias rotas por el dolor. Y todo un pueblo presente, dentro y fuera del recinto.

              


  Llegaron los Reyes de España e hicieron su entrada con un silencio impresionante. Dieron el pésame familia tras familia. El Rey Felipe VI les daba la mano a todos, y la Reina Dª Leticia besó a cada una de las mujeres  que lloraban la sensible pérdida.  Ocuparon sus Majestades el lugar a la derecha del altar, y las autoridades, entre ellas el Ministro del Interior, en el  lado izquierdo.

                Presidía la Santa Misa el Sr. Obispo de la Diócesis D. José Manuel  Lorca Planes, acompañados de más de cien sacerdotes que quisimos darle el adiós a los difuntos, entre ellos a nuestro compañero Miguel.

                La homilía del Obispo fue profunda y muy sentida. Llegó a decir que él también estaba de luto porque se le había muerto un hijo, el sacerdote Miguel, y los sacerdotes habíamos perdido un hermano. El silencio meditativo seguía siendo profundo.  Algunos seminaristas lloraban, y el colaborador de la Parroquia, D. Cristóbal,  estaba realmente acongojado. Se sentía muy a gusto con el nuevo párroco, ahora desaparecido.

                Todos los fallecidos eran importantes, pero es verdad que D. Miguel destacaba por su juventud y su condición de sacerdote recién llegado al pueblo.  La feligresía de la  Parroquia de  Bullas es  muy piadosa. Se había sentido muy identificada con su nuevo párroco, sacerdote profundamente enamorado de la Eucaristía y de la Virgen. Había sido seminarista en mi parroquia anterior, y los dos tuvimos la oportunidad de rescatar para su Parroquia natal, que también lo es del Se. Obispo, los restos mortales de un sacerdote mártir de la guerra civil, hijo del pueblo, D. José Valera.  En esta Parroquia de Espinardo (Murcia) están sus reliquias en un sepulcro que le erigimos como él se merecía.  Soy testigo de excepción del gran gozo que sintió al tener entre sus manos la urna con los restos de su querido D. José Valera, del que se espera su pronta canonización.

                La despedida del funeral  fue especialmente dolorosa, pero con la esperanza de que todos estarán gozando del cielo junto a la Madre Maravillas, a la que habían ido a rezar en el Cerro de  los Ángeles aquel día. La Madre Maravillas era del mismo pueblo de Bullas.

                Este pueblo ha dado a la Iglesia dos Obispos y muchos sacerdotes.  Ahora entregaba a Dios a su párroco, acompañado de trece feligreses más que, en este mes dedicado a los difuntos, han entrado ya en el Reino de los Cielos.

                Sirva esta pequeña crónica como sentido homenaje a un santo sacerdote que tanto he apreciado,
 y a todos los que desde el cielo rezarán por nosotros. 




 

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com