«Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. Hoy la Iglesia nos va a hablar del perdón. Dice la primera palabra, que es del libro del Eclesiástico: “Perdona la ofensa a tu prójimo siempre y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir salud al Señor?” Hermanos, vivir en el perdón es el vivir en la misericordia. ¿Qué es el infierno? El infierno es vivir sin misericordia, sin perdón. Por eso, hermanos, esta Palabra nos invita a todos a perdonar. Muchos han retornado de vacaciones y ahora aparecen las separaciones, los divorcios, porque no se perdona, porque no se sabe convivir.
Respondemos con el salmo 112: El señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia. El perdona todas tus culpas, todos tus pecados, tus infidelidades. Él rescata la vida de la fosa y te colma de gracia y ternura. El Señor no nos acusa, no nos trata como merecen nuestros pecados, no nos paga según nuestras culpas. Hermanos, vivamos en la gran libertad de ser hijos de Dios. Por eso la Carta a los Romanos dice: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor”. Dios nos invita a ser señor de vivos y señor de muertos.
La Palabra del Evangelio es el núcleo. Nos invita a perdonar siempre, sin límites, esa es la felicidad, es un don, es una gracia. Hermanos, así como dice esta parábola, el Señor nos ha perdonado todas nuestras deudas, hemos matado al Señor. ¿Cuál es nuestro lugar? El infierno, porque hemos matado, hemos asesinado, nuestro lugar es la cárcel. Hermanos, perdonar es una gracia hay que perdonar siempre, pero ¿por qué? Porque hemos matado al autor de la vida, hemos asesinado. Cuántas separaciones que estamos afrontando porque no podemos humillarnos, perdonar. Dice Santa Teresa de Calcuta: “hasta que duela hay que perdonar”. Siempre, porque esa es la gracia, la misericordia y el cielo en la tierra.
Hermanos, sin perdón no hay amor. Estamos ante el secreto de la vida. Perdonar es amar. Y ¿por qué puedes perdonar? Porque te has dado cuenta de tus pecados, eres consciente de quién eres tú, porque hemos matado a Jesús, hemos matado a Dios, y él no nos ha condenado, sino que ha dado su vida por nosotros, nos ha perdonado y nos ha hecho partícipes de su misericordia.
Pues bien, hermanos, el Señor nos llama a hacer lo mismo y encontrarás la vida eterna y vivirás la vida de una forma más feliz. Ánimo, que el amor es una gracia, pídeselo al señor y a la Virgen María. Que la bendición de Dios Todopoderoso Padre hijo y espíritu Santo esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao