En el nomenclator callejero de Jaén existe una calle que está a nombre de un sacerdote, que no es diocesano. En la placa tampoco aparece ninguna pista para descubrir quien es.
Esta mañana he estado en esa calle quince minutos. Es una vía corta, tiene pocos números de viviendas, sale perpendicular a una avenida esencial de la ciudad, y todo un costado de la calle fue un antiguo colegio menor regido por los jesuitas. El edificio se vendió y hoy alberga un centro cultural municipal.
A la gente que pasaba he preguntado:
¿Conoce, usted, quien es Ignacio Ellacuría?
El silencio, el encogimiento de hombros o alguna mala palabra ha sido lo que he recogido de la boca de los viandantes.
La calle está dedicada al padre jesuita Ignacio Ellacuría, matado vilmente junto a otros compañeros en El Salvador, en América Central, dentro de la Universidad Católica que allí dirige la Compañia de Jesús.
Como ahora, el día 16, se cumplen 25 años de aquel múltiple asesinato, deseo rendir este pequeño homenaje a unas personas asesinadas sin motivo, que era todos sacerdotes y dos laicas.
El consistorio de Jaén dejó esa calle para perpetua memoria, un servidor deja este recuerdo como homenaje a unos inocentes que dieron su sangre por ser testigos de Cristo, dentro de la Compañia de Jesús.
Tomás de la Torre Lendínez